El grupo siguió bebiendo, y el clima parecía de fiesta. Marcial
ya se había relajado. El Vasco tiraba vasos al aire mientras Marcial los hacía
aterrizar en fila en una repisa de la pared de la ventana y Mara le pedía que le
cambiara el color del pelo cada cinco minutos.
De repente todos los cuadros se descolgaron e hicieron un
desfile volador por toda la casa; más tarde se abrió el piso del living y
apareció una fuente de agua con luces y estatuas, y las estatuas se pusieron a
bailar en el comedor diario haciendo una coreografía bastante ridícula.
Cualquier cosa que sucedía desaparecía sólo con el sonido de las palmas de
Marcial.
Minutos más tarde todo volvió a la normalidad.
-¿Desde cuándo podés hacer esto? -le preguntaron.
-No sé, desde muy chiquito, solamente cuando llueve -respondió
con cara de preocupado.
-¿Y qué es lo más extraño que has hecho? -preguntó el Vasco
curioso.
-Esto, lo de hoy -respondió con ojos de tristeza.
-¡Marcial! ¡Esto es increíble! -exclamó muy sorprendida Mara-
deberías aprovechar más este poder. La capacidad de hacer todo lo que se te
ocurra es algo que se tiene que aprovechar...
-No -la interrumpió Marcial- no es así. Es algo demasiado
poderoso que nadie puede controlar, ni yo mismo casi. No sé por qué lo tengo. Y
mal usado debe ser muy peligroso. Yo trato de olvidarme de esto. Lo que hicimos
hoy aquí está mal. No debería haberles mostrado nada. Imagínense que hay cosas
que no he probado, pero creo que puedo resucitar muertos, conocer el futuro,
destruir ejércitos, hipnotizar pueblos enteros. ¡Es muy peligroso! ¿Se
imaginan?
Se hizo un silencio muy profundo