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Si ese grande hombre, cuando era mortal y no contaba con otro
apoyo que el de su virtud, redujo a esos monstruos con la buena suerte que todos
sabemos, de esperar es, y no puede cabernos duda en ello, que ahora que goza de
la inmortalidad que conquistó con sus trabajos, y que está secundado por un
hermano en quien el espíritu y el buen sentido se han unido tan estrechamente,
ahogue para siempre a esas hidras renacientes con tanta facilidad como presteza
y les haga confesar por última vez, al expirar, que no puede atacarse a dos
hermanos cuya amistad, a pesar de las imposturas de sus enemigos, triunfa hasta
de la muerte sin sufrir los rigores de su venganza ni hacer llevar las penas de
su temeridad. No quiero hablar aquí, señor, de los socorros que le prometió
Apolo cuando le permitió entrar en sus Estados; pues aunque al teneros a vos ya
no necesitaba a nadie más, recibió aún de ese Autor de la luz y de ese Maestro
de las Ciencias luces que nada puede obscurecer, conocimientos que nadie puede
igualar y una elocuencia victoriosa a la que forzosamente es necesario rendirse.
En fin, señor, nosotros podemos decir en honor de Francia y loor de vuestra
familia, de la que han nacido tantas personas notables en la toga y en la
espada, y en la gloria de Cyrano de Bergerac especialmente, que apareció como un
Alejandro resucitado en este siglo merced a un milagro sorprendente. Encontró,
como este famoso conquistador, que la Tierra tenía límites demasiado estrechos
para sus ambiciones,. y luego que recorrió, a la edad de treinta años, los
Estados e Imperios de la Luna y el Sol, fuese a buscar, en el palacio de los
Dioses, la satisfacción que no pudo encontrar en la morada de los hombres ni en
los mundos de los astros. Pero, señor, advierto que estoy insensiblemente
haciendo el panegírico de este incomparable genio, cuando debiera callarme para
dejarle hablar a él, porque no tengo ninguna buena prenda, si no son la pasión
con que honro su memoria y el deseo que tengo de testimoniaros que soy,
Señor,
Muy humilde y muy devoto criado de vuestra
merced.
C. DE SERCY |
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Historia cómica de los Estados e Imperios del Sol
de Cyrano de Bergerac
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