Ha abordado su trabajo con típico fervor yanqui, y en lugar de un juego psicológico más o menos infantil, la observación del cerebro es hoy un negocio de más de 50.000.000 de dólares anuales, que se ha convertido en uno de los principales factores determinantes de la carrera, el empleo, y el lugar que el individuo ocupa en la sociedad. Con sus instrumentos, sus tests de preguntas y respuestas (¿A cuánta gente odia mucho? ¿A ninguna? ¿A más del 50 %?) , sus manchas de tinta, otros escalpelos de papel y una extraordinaria proporción de bravuconería de promotor audaz que a menudo es poco apropiada para la profesión, ha convencido a los que pagan la información psicológica sobre sus conciudadanos que puede reducir las respuestas "afirmativas" y negativas de un hombre y otras respuestas a los tests a cifras que miden aspectos humanos tales como el radicalismo, la extraversión, la agresión, la felicidad y aun la homosexualidad latente y el deseo de beber aperitivos por la mañana temprano.
Al sujeto del test se le formulan centenares de preguntas íntimas (entre ellas algunas impertinentes, como: ¿Hay alguna idea particularmente inútil que asalta constantemente su pensamiento?"),se le pide que dibuje imágenes de mujeres desnudas, que complete envejecidos chistes dialectales, que cree historias "imaginadas" a base de los dibujos que se le suministran, y que complete frases: como "Mi padre..." Aun es posible que se le pida la presentación de una muestra de escritura y, para escándalo de examinadores más serios, se le obliga a tomar asiento mientras se analizan sus rasgos faciales. El examinador afirma que con todo ese material puede predecir, con desconcertante precisión que supera de lejos la intuición y la experiencia humanas, quién es candidato para integrar el montón psicológico, y quién tendrá éxito en una tarea específica... por ejemplo, una dactilógrafa para Kenyon & Eckhardt; un ingeniero para Westinghouse; un administrador de sección en Sears, Roebuck; un vendedor al por mayor de los corpiños Virtus; una secretaria de cualquiera de centenares de firmas; o un futuro clérigo de la Iglesia presbiteriana.
No debe subestimarse al examinador del cerebro. Es versátil, adaptable y envolvente... de modo que no es fácil que lo derroten quienes carecen de sofisticación o de guía, y que no puede ser evitado por nadie, salvo los que profesionalmente están más seguros. En la industria, donde se le paga magníficamente (una firma, Worthington Associates, pagó recientemente 100.000 dólares por un examen psicológico de su equipo administrativo) procura separar a los inútiles de los superdotados en un grupo dado de empleados.