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Ramón J. Cárcano, amigo personal de Sáenz Peña, manifestó
que éste le había confiado que, en reunión realizada en casa de Federico Pinedo
para designar el segundo término de la fórmula, en noviembre de 1909, el
presidente Figueroa Alcorta había pretendido imponer un candidato. Sáenz Peña
consintió en que la reunión se efectuara
pero no estuvo de acuerdo en el procedimiento, y visitó al presidente
exponiéndole que él había elegido
al doctor Victorino de la Plaza, hombre de gran capacidad y sin compromiso
partidario. Además sostuvo que la fórmula presidencial debía ser solidaria, aún
con matices ideológicos y de gestión diferentes, pero nunca enfrentadas, como
podría darse con una personalidad de su poco conocimiento. Sáenz Peña estaba
dispuesto a declinar su candidatura si las condiciones que imponía no se
cumplían. El presidente Figueroa Alcorta le dijo que sería el propio futuro
presidente quien tendría que soportar las consecuencias si se llegaba a
equivocar; consecuencia por demás obvia. Pero Victorino de la Plaza no lo
iba a defraudar: con sus dotes intelectuales y su don de persona de bien, jamás
traicionaría a su presidente. Las leyes que conformaron el nuevo cuerpo en los
que se asentó la reforma electoral, tuvieron amplios debates en las Cámaras
Legislativas y, en el Senado, seguramente, se habrá escuchado reiteradamente la
campanilla de orden del presidente del Cuerpo, recordando a Sarmiento, cuando
sentenció que el porvenir de los vicepresidentes de la Nación iba a reducirse a
sonar la campanilla. Pero ese destino no iría a ser el del "Doctor Confucio", mote que le valió porque no se sabía qué
pensaba y hablaba con los ojos entrecerrados, comenta
Cresto. Luego de
entregar el poder, Victorino de la Plaza se retiró de la vida pública, salvo
para hacer acto de presencia en algún acto público, pero más lo hizo por
compromiso que por mostrarse. Sin embargo, en 1919, al celebrarse el
cincuentenario de la incorporación del Código Civil al Cuerpo Legal de la
Nación, redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield y que de la Plaza había hecho su
aporte, asistió a los festejos en la ciudad de Córdoba, e hizo un brillante
discurso, en donde rememoró al autor y destacó la obra jurídica. A los pocos
días de regresar de Córdoba, enfermó de neumonía y el 2 de octubre de 1919
falleció.
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