Pese a sus grandes limitaciones
familiares y económicas, al mismo tiempo fue reconocida su aplicación al
estudio, ya que siendo alumno en el colegio gratuito de San Francisco se hizo
merecedor de una preceptoría, con lo que contribuyó para ayudar a su madre por
quien tenía una gran devoción. Es que su madre, como la de Sarmiento, realizó
ingentes sacrificios para procurarle una educación que lo distinguiera y darle ejemplo
espiritual.
Para tener una mejor educación,
en mérito a su origen y a sus cualidades, el Gral. Urquiza le otorgó una beca en
el Colegio de Concepción del Uruguay, que estaba catalogado como el mejor del
país. La planta estudiantil estaba compuesta con la mayoría de entrerrianos, y
el resto de distintos puntos del país federal, con un acentuado sentimiento casi
devoto por Urquiza. Entre sus compañeros estaba Julio A. Roca, con quien hizo
una gran amistad, Olegario Andrade, Wenceslao Pacheco, Onésimo Leguizamón,
Francisco Barroetaveña y Eduardo Wilde, entre otros.
Una marca de su personalidad fue
el alto sentido que tuvo de la responsabilidad del cargo que ocupó como
vicepresidente, como corresponde al espíritu constitucional de la función, al
cumplir, ya como presidente, la línea política de Roque Sáenz Peña en su
compromiso con la sanción de la ley electoral. La solidaridad entre los
componentes de la fórmula presidencial resulta ser un valor indispensable para
mantener la institucionalidad.