Madrid, julio 18 de 1.908.
Señor Martín Gil.
Estimado colega:
Recibí su libro "Agua Mansa" y dije: un libro más que leer y una carta más que escribir.
Lo dejé sobre una mesa durante varios días y lo vi cambiar de posición según los acomodos que me hacían en el escritorio.
Por fin lo tomé y leí el prólogo, y después lo dejé reposar un poco; a los tres días lo tomé de nuevo y leí varios capítulos; horas más tarde concluí su lectura.
Puedo decirle que la mayor parte de sus capítulos me han encantado: Asamblea Microscópica, La Cosecha, Divagaciones de un zapatero, Arborifobia cordubensis y otros, por ejemplo: la descripción de la cosecha, de mano maestra, es un cuadro; la Asamblea, Divagaciones y Arborifobia están escritas con una ironía de buen género, humorista, sarcástica y erudita.
Todo su libro es una pura metáfora; podría decirse que usted no ha expresado nada directamente; pero la crítica, la burla, la condenación suave de los hechos que toma por tópicos, salen vivientes de su mano: este modo de censurar la sociedad me agrada mucho y es muy difícil.
Varias veces usted toma un tema insignificante, y por el fino estilo en que lo trata, y por las deducciones inopinadas que de él saca, me hace recordar obras clásicas de autores de renombre en el mundo, que han mezclado el buen humor al sarcasmo en páginas instructivas y delicadas.
El reproche hiere cuando es directo, pero cuando resulta de un análisis, se toma con entera conformidad.
Quizá mi juicio favorable a su libro, dependa en parte de que encuentro una semejanza de estilo con el mío; si así es, me felicito de ello.
Acepte la expresión de mi sincero aprecio y el consejo que le doy, por amor al arte, de seguir escribiendo.
E. Wilde.