Viajando al Big Bang
De pronto una preciosa nave espacial apareció ante ellos,
aterrizó majestuosamente, y al abrirse la puerta de la nave, un personaje
parecido a Einstein les dio la bienvenida.
-Hola amigos, he venido para acompañarlos al Big Bang, los
llevaré con mi nave espacial al Origen del Universo conocido.
-Pero..¿Es Ud. Albert Einstein?- preguntó asombrado Don
Fede.
-¡Sí, señor! Para ayudarles en lo que haga falta.díganme sólo
Berto, por favor.
-Es un honor conocerlo, he leído sobre su trabajo, es increíble
que estemos por emprender la aventura más fantástica y sea Ud. nuestro guía.
-¡Oh!, perdone Ud. que no me haya presentado, soy Federico
Soler y este es mi nieto Adolfo Soler, al que llamamos Fito.
Don Berto, que ya había estrechado la mano de don Fede, se
agachó hasta quedar a la altura de Fito y lo miró con interés.
-Sé que no desaprovecharás este viaje pequeño Fi, pregunta todo
lo que quieras, estoy a tu disposición.
-Y ¿qué tenemos que llevar, como será el viaje?-dijo Fito.
-Nada, nada.tan solo tu curiosidad y ganas de aventura.
Así pues, nuestros amigos se vieron de repente viajando con la
nave espacio temporal de Don Berto hacia el verdadero punto cero del universo y
del tiempo conocido.
Fito miraba asombrado por la ventana de la nave, al principio
se veían pasar las estrellas y las galaxias como puntos blancos que se acercaban
y luego desaparecían por los lados, cada vez más rápido, los puntos se
convertían en líneas blancas brillantes.
Debían ir a una velocidad tremenda, porque ya solo veía los
trazos blancos retorcerse como ovillos haciendo círculos que salían de un punto
central hacia donde ellos debían dirigirse.
-¡Que locura! -dijo Don Fede- es como ir en una noria de feria
pero a una velocidad de vértigo.