El 13 de junio de 1943 destacó al Almirante Jizaburu Ozawa, con
una Fuerza de Tareas muy ágil, en dirección al Estrecho de San Bernardino, entre
Luzón y Samar. Mientras tanto, Spruance se hallaba abocado a proteger un
desembarco en Saipán, teniendo a disposición la Fuerza de Tareas 58 (Almirante
Mark A. Mitsher), la escuadra más contundente, con 7 portaviones mayores, 8
portaviones menores y más de 800 aeronaves; también disponía del grupo de
acorazados del Almirante William August Lee, con 8 acorazados, 20 cruceros y 58
destructores, que actuaban de escolta y protección del equipo de desembarco,
constituido por las Fuerzas de Tareas 52 y 53 (Almirantes Richmond K.Turner y
Richard L.Conolly, respectivamente). La FT 53 daba, además, apoyo de fuego con
10 acorazados tipo antiguo, 10 cruceros y 116 destructores, a los dos cuerpos de
ejército anfibios que encaraban el desembarco, (Cpo Ej II y Cpo Ej V, al mando
de los generales de IM, Geiger y Julian Smith, respectivamente). La escuadra
japonesa fue avistada por uno de los submarinos de reconocimiento
norteamericanos que recorrían el área y que informó a Spruance sobre la
presencia de los portaviones Shokaku, Taiho, Junyo, Hiyo, Zuikaku, Riujo,
Chiyoda, Chitose y Zuiho, apoyados por 5 acorazados, 13 cruceros y más de 30
destructores. Lanzados los aviones japoneses sobre los efectivos de la Quinta
Flota, dañaron dos acorazados y un crucero, pero de 600 aviones, se perdieron
las dos terceras partes. Luego atacaron los submarinos norteamericanos,
hundiendo 3 portaviones, incluyendo al Shokaku; el Almirante Ozawa puso proa al
norte el día 19 para procurar reabastecimientos y fue atacado por bombarderos en
picada y aviones torpederos, que hundieron un portaviones y dañaron severamente
un acorazado.
Las aeronaves de Mitsher tuvieron graves problemas al tratar de
tomar pista en sus portaviones, de noche, y se perdieron 79 aparatos por causa
de los accidentes y 21 por acciones de combate. El Almirante Ozawa no tuvo más
remedio que ordenar, en la madrugada del día 20, una retirada debido a las
graves averías de sus portaviones, quedando solamente casi intactos 3 de los 7
que aún podían navegar. Esta batalla, conocida como del Mar de las Filipinas, a
pesar de ser considerada prácticamente un empate, trajo problemas para ambos
contendientes; para los norteamericanos, el reproche a Spruance por no haber
terminado con el potencial enemigo, y para los japoneses, llegar a la conclusión
de una inferioridad manifiesta por falta de posibilidades de reemplazar a tiempo
las pérdidas, dada la incapacidad industrial del Japón para una reposición
oportuna del material bélico.