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Prólogo
Este libro constituye un ensayo que intenta dar explicación de los fenómenos de la mística oriental a partir de las teorías psicoanalíticas. Si bien la diversidad cultural del Oriente es vasta y considerando que sería un grave sesgo homogenizarla bajo la categoría de "lo oriental", los sistemas cosmológicos en los que se inspiraron comparten un hilo que bien podría sintetizarse con el axioma de la mítica alquimia: arriba es abajo. La unicidad, el panteísmo, el nihilismo y la vaciedad parecen ser comunes denominadores de sus tres filosofías exponenciales: el hinduismo, el taoísmo y el budismo. La escuela freudiana clásica (contraponiéndose a su fundador) prefería menospreciar los fenómenos místicos, reduciéndolos a meros trastornos masoquistas: un religioso no sería más que un superyó muy severo, un neurótico que no se autopermite el goce de los placeres triviales, ya sea por su consiguiente complejo de culpa, ya sea por su temor "divino’"a ser castigado, o porque en realidad goza de hacer gozar a ese Otro que constituye su consciencia moral, su cultura, su Dios, a través de la obediencia y la penitencia. En ese sentido, el psicoanálisis clásico, el que defendió con maestría el señor Otto Fenichel, no veía otra categoría donde enmarcar a la religión, sino en las pulsiones tanáticas: la religión sería, algo así como el suicido progresivo de un ser masoquista, la expresión sigilosa de la naturaleza destructiva del hombre. Sin embargo, existe la posibilidad de rehacer una profunda lectura de la obra de Freud para poder declarar a la religiosidad como una manifestación más de la creatividad y del hedonismo humano. Esto podemos apreciarlo en El malestar en la cultura, donde Freud se refiere a ella sosteniendo que no se trata solamente de un a posteriori de la cultura y el pensamiento (la religión no sería mera cháchara metafísica, como lo propondría Nietzsche), sino que puede tener verdaderamente un origen psicosomático. Él dijo que lo que mueve al religioso no es estrictamente la ‘sensación e idea de lo eterno’ (la que en sí constituye una compleja abstracción construida racionalmente) sino más bien el deseo de repetir el estado de plenitud que uno gozaba en tanto lactante, antes de la separación o escisión de la Madre. Hay un intento inconsciente del sujeto de retornar a ese estado originario, que Freud, inspirado en el budismo denominó principio de nirvana, de absorción y regocijo (de infinito narcisismo, diría él) en el que no existía el placer, el dolor ni la insatisfacción, que luego pasarán a acompañarlo a lo largo de toda su vida.
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De regreso a la Madre - Una mirada psicoanalítica sobre la espiritualidad del Oriente
de Anónimo
ediciones deauno.com
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