¿QUIÉN S0Y?
Pensamos en psicología Evolutiva que la personalidad de cada uno
está como amasada y tallada por las experiencias de sus primeros años de vida, y
entre esas experiencias, por las que emanan de la ciudad que lo acogió y desde
la que recibió las
primeras impresiones indelebles de su incipiente existencia. Y por la ciudad o
ciudades que ha seguido acogiendo a ese niño que permanece todavía, siempre,
dentro de nosotros.
" Os confieso que, si extiendo la mirada retrospectivamente, como
una sábana blanca de sueños y de olvidos, sobre todos los años de mi vida,
encuentro que en ningún lugar he acumulado tantos, ni quizás tan plenos y
gozosos, como los que llevo vividos junto a las bien dentadas murallas de esta
legendaria ciudad encantada, desde la que hoy hilvano la evocación nostálgica de
mis largos recuerdos...
Nací en Sevilla, en el barrio Heliópolis, ciudad del sol,
sorbiendo mi infancia de "ese chorro que a las estrellas casi alcanza" que
delinea, como el ciprés de Gerardo Diego, la esbeltez musulmana de la Giralda,
"enhiesto surtidor de sombra y sueño"... Durante la guerra civil, cuando rosas
de sangre brotaron del brazo herido de mi padre en el frente, vivimos un
paréntesis de tres años en Moguer, el de Juan Ramón, en casa de mi abuela, su
hermana, "tú, hermana, que eres tan buena", le cantó él mismo en esa su, hoy,
Casa Museo de ese Moguer que, todavía en mis dormidas añoranzas, me huele a
soñolienta infancia, a aire perfumado de pinares, y a almoraduz del monte de
Fuentepiña, donde descansan los restos literarios del blanco y suave
Platero...
A los quince años, abandoné Sevilla, sus azahares y sus limoneros,
como el del huerto claro de Machado, para internarme y perderme entre las dunas
versátiles, doradas, de El Puerto de Santa María, "toros, vino, sol y cal" (que
así lo describió simplificadoramente el olvidado José María Pemán), con sus
largos viñedos, verdes y amarillos sobre la tierra enrojecida, los tórridos días
del áspero viento de Levante, la bahía de Cádiz iluminada por millares de
estrellitas, rutilantes en las noches, contempladas ávidamente, a lo lejos,
desde mis ojos ansiosos... Como la contemplaron muchos años antes, desde el
mismo lugar, los ojos extasiados, lúcidos y melancólicos de mi tío abuelo, el
poeta Juan Ramón..."
(Tomado de la Introducción al CURRÍCULUM VITAE presentado para mi
admisión en la REAL ACADEMIA de Córdoba, como Miembro Correspondiente por la
Ciudad de Moguer)
Desde aquel lugar de El Puerto de Santa María le escribí una carta
a mi tío abuelo Juan Ramón (familiarmente le llamábamos "tío Juan") a la que me
contestó su esposa, mi tía Zenobia, con una larga carta y con un libro,
"Romances de Coral Gables", con esta dedicatoria escrita por él: "A mi querido
sobrino nieto Fernando, en los lugares en donde tanto gocé y sufrí y soñé de
muchacho. Con un gran abrazo por su buena carta, de su tío abuelo Juan
ramón".