https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Despertar en primavera" de Héctor De Bethencourt Vidal (página 2) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Jueves 01 de mayo de 2025
  Home   Biblioteca   Editorial      
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  (2)  3 
 

Se retiraron y Rosita lo llevó a un cuarto de baño para que se higienizara.
–Eres muy guapo Gabriel, voy a tener que cuidarte para que no rompas corazones por aquí.
–Y tu eres preciosa Rosita y muy simpática. El doctor dijo que tengo que estar acompañado. ¿Serás mi ángel guardián?
–Estaré junto a ti cada vez que me necesites.


El amplio comedor era agradable y luminoso. En cada mesa desayunaban dos, tres o cuatro personas conversando en voz baja. La enfermera lo llevó a una mesa en la cual estaban tres jóvenes de aproximadamente la edad de Gabriel, los presentó y permanecieron juntos hasta el final del desayuno. Se despidieron de Gabriel porque debían concurrir a clase, estudiaban en el Instituto, y Rosita lo llevó a conocer el lugar. Visitaron la cocina, la biblioteca, el salón de actos, los baños, el anfiteatro, los parques, el lugar era muy amplio y si bien se veían guardianes estos discretamente paseaban aparentando indiferencia hacia los pacientes. Llegaron al borde de un lago, en el centro había una islita a la que se podía llegar con un bote que estaba amarrado junto a la orilla. Desde allí se veía un pequeño muelle en ella para atracar. Gabriel le preguntó que había en la islita y ella le contestó que nada en particular, era un lugar para descansar en solitario. Le invitó a conocerla. Subieron al bote y Gabriel remó hasta el muelle. Una vez llegados no había mucho que ver, algunos árboles, pastos y un sendero que llevaba a una glorieta con asientos rústicos de madera. Se sentaron en uno de ellos, ocultos de la costa. Ella le instó a que le contara acerca de su vida, asegurándole que cuanto más recordara mejor se sentiría, aunque los recuerdos fueran no sólo alegres sino tristes, dolorosos, que la catarsis es la mejor terapia. Él lo intentó pero su mente parecía estar envuelta en una nebulosa, percibía escenas aisladas, como un rompecabezas que no lograba armar. Desistieron. Conversaron sobre otros temas, Rosita lo puso al día en muchas cosas y cuando el joven se enteró que ella tenía veinticinco años quedó asombrado. Trabajaba de enfermera mientras él era un loco inútil. Rosita le aseguró que no lo sería por mucho tiempo, la situación había cambiado, era otra persona, el largo sueño en que estuvo sumido había desaparecido, al cambiar la estación también lo había hecho él, era un despertar en primavera y le dio un beso en la mejilla. Gabriel se erizó, ella lo notó y quedaron en silencio. Se miraron a los ojos y de pronto él le dio un beso en la boca, lo dejó hacer. Avergonzado pidió disculpas, la joven le aseguró que había sido muy tierno. Envalentonado le tocó los senos pero ella le pidió no hiciera eso, el personal no podía tener contacto físico con los pacientes. Bajó una mano a la entrepierna del joven y constató una fuerte erección.
–Bueno, hay situaciones extremas que una debe considerar.
Abrió la cremallera, deslizó la mano y comenzó a acariciar su miembro. Él sintió una extraña sensación de placer que le subía desde la espalda hasta el cerebro. Ella continuó acelerando el ritmo hasta el final y le preguntó luego cómo se sentía.
–Feliz, nunca había sentido algo así. Fue un gesto tan dulce... Perdóname, pero debo hacerte una pregunta un tanto engorrosa que puede molestarte.
–¿Qué deseas saber?
–¿Tienes novio?
–Tengo.
–A él se lo has hecho, se acuestan, supongo.
–Supones mal, Roberto es muy religioso y quiere sea virgen hasta la boda.
–¿Eso es cierto?
–Una vez le puse la mano sobre el miembro y se enfureció.
–No me vas a decir que él es virgen.
–No, su madre afirma que los hombres deben tener relaciones de aprendizaje antes de su casamiento, es lo normal.
–¿Estás de acuerdo?
–No, pero no tengo más remedio, Roberto lo desea así, dice que me ama y quiere que sea la madre de sus hijos.
–¿Y tú, no te excitas, no sientes nada?
–En realidad no, no me toca, se limita a besarme.
–¿Realmente lo amas?
–No estoy segura, tenemos gustos tan distintos y respecto a la atracción sexual...
–¿Entonces?
–No quiere que trabaje más cuando nos casemos, a mi me gustaría seguir estudiando y culminar mi carrera. Estudio arte teatral en una academia a escondidas. Querría ser una actriz que pudiera interpretar obras de Shakespeare, Moliere, Lope de Vega, Ibsen... Me encanta el campo, los animales, viajar, pero a Roberto nada de eso le interesa.
–¿Y por qué siguen juntos?
–Supongo que por inercia.
–No entiendo.
–Yo tampoco.

 
Páginas 1  (2)  3 
 
 
Consiga Despertar en primavera de Héctor De Bethencourt Vidal en esta página.

 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Despertar en primavera de Héctor De Bethencourt Vidal   Despertar en primavera
de Héctor De Bethencourt Vidal

ediciones deauno.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.

 



 
(c) Copyright 1999-2025 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com