Me siento dichoso al reencontrarme con mister Richard Corfield, que vive actualmente en Valparaíso y fue uno de mis antiguos camaradas de pensión. Gracias a su cortesía y a su cordial hospitalidad, mi permanencia en Chile durante todo el tiempo que allí estuvo el Beagle fue un verdadero placer. Los inmediatos alrededores de Valparaíso ofrecen poco interés al naturalista. Durante el largo estío, el viento sopla regularmente del sur y un poco terral, de tal forma que no llueve nunca, durante los tres meses de invierno, por el contrario, las lluvias son bastante abundantes. Esas largas sequías tienen una gran influencia sobre la vegetación, que es muy escasa, no hay árboles sino en los valles profundos, y en las partes más escarpadas de la colina sólo se ven unos pobres matorrales y algunas hierbas. Cuando se piensa que solamente a 350 millas (563 kilómetros) más al sur toda esa parte de los Andes queda oculta por una impenetrable selva, no puede menos de sentirse un profundo asombro. Doy largos paseos por los alrededores de la ciudad, buscando objetos interesantes desde el punto de vista de la historia natural. ¡Qué admirable país para recorrerlo a pie! ¡Qué espléndida flores! Como en todos los países secos, hasta los zarzales son especialmente olorosos; nada más que de atravesarlos queda el traje perfumado. Yo no cesaba de extasiarme cada día viendo que hacía mejor tiempo que la víspera. ¡Qué enorme diferencia aporta un hermoso clima en la felicidad de la vida! ¡Qué contrarias son las sensaciones que se experimentan a la vista de una cadena de montañas negras semienvueltas en nubes y viendo otra cadena sumida en la pura atmósfera de un bello día! El primer espectáculo, durante algún tiempo, puede parecernos grandioso y sublime; el segundo encanta y parecernos gran despierta en nosotros impresiones llenas de alegría y de dicha.
Excursión al pie de los Andes. Tierra vegetal que es de formación marina (14 de agosto)
Parto para realizar una excursión a caballo; estudiaré la geología de la base de los Andes, única parte de las montañas invernales. Durante todo el día nos dirigimos hacia el norte siguiendo la orilla del mar. Llegamos muy tarde a la hacienda de Quintero, propiedad que hace tiempo perteneció a lord Cochrane. Mi objeto al dirigirme allí era visitar las grandes capas de conchas situadas a algunos metros sobre el nivel del mar y que hoy son quemadas para convertirlas en cal. Evidentemente toda esta línea de costas ha sido levantada. Se encuentra una gran cantidad de conchas al parecer muy antiguas, a una altura de algunos centenares de pies; he hallado cierto número de ellas hasta a 1.300 pies de alturas. Esas conchas están diseminadas aquí y allá en la superficie, o se hallan hundidas en un capa de tierra vegetal negra rojiza. Analizando esa tierra al microscopio, me sorprendí en gran manera al ver que es de formación marina y está llena de una multitud de partículas de cuerpos orgánicos.
El valle de Quillota, Estructura del país (15 de agosto)