Yo sostengo que ésta es una mera superstición, forjada por el
medroso cerebro de este individuo pusilánime.)
Al igual que en la defensa, también en el ataque hay que jugar
a ignorar la existencia de los escorpiones. Como quien no quiere la cosa, yo
-así como me ven- logro matar diariamente entre ochenta y cien escorpiones.
Procedo de la siguiente manera, que, en bien de la
supervivencia del género humano, espero sea imitada y, de ser posible,
perfeccionada.