La señora Richards se echó a llorar. Su marido,
buscando algo que pudiera consolarla, le dijo:
-Después de todo, Mary, quizá sea mejor
así. -¡Vete a saber! Quizá todo estaba predestinado...
-¡Predestinado! Oh... Todo está predestinado
cuando una persona se da cuenta de que ha sido estúpida. -Sí,
estaba también predestinado que el dinero viniera a nuestras manos de
esta forma especial y tú decidieras entrometerte en los planes de la
Providencia... ,Quién te dio derecho a hacerlo? Algo malvado, eso es
todo... Fue, simplemente, un engreimiento blasfemo que no le cuadraba ya a un
modesto y humilde profesor de...
-Pero, Mary... Tú sabes qué educación nos
han dado, como a todos los demás; ha llegado a ser en nosotros una
segunda naturaleza el no pararnos ni un momento a pensar cuando hay que hacer
algo honrado...
-Oh, ya !o se, ya lo sé... Ha sido un sempiterno
adiestramiento, adiestramiento, más adiestramiento en materia de
honradez..., de honradez escudada, desde la propia cuna, contra las tentaciones
posibles y, por lo tanto, honradez artificial y débil como el agua al
llegar la tentación, según hemos visto esta noche. Dios sabe que
nunca tuve sombras de una viuda sobre mi petrificada e indestructible honradez
hasta ahora; y ahora, bajo el impulso de la primera grande y auténtica
tentación, Edward, yo..., yo, Edward, creo que la honradez de esta ciudad
está tan podrida como la mía, tan podrida como la tuya. Se trata
de una ciudad mezquina, cruel, avara, sin más virtud que esta honradez
tan célebre y de que tanto se enorgullece. Por eso, Dios me ayude, creo
que, si llega un día en que la honradez se ve sometida a una gran
tentación, su fama se desplomará como un castillo de naipes. Ahora
que me confieso me siento mejor: me he engañado y lo he hecho siempre sin
darme cuenta. Que ningún hombre vuelva a llamarme honrada; no quiero
serlo. Yo... Bueno, Mary..., yo pienso poco más o menos como tía.
-¡Además, me parece tan raro, tan absurdo! Yo nunca lo
habría creído... Nunca.