Los amigos se separaron sin darse las buenas noches y se
dirigieron a sus casas con arrastrado andar de hombres mortalmente heridos. Al
llegar a sus hogares, sus esposas se levantaron de un salto con un ansioso:
¿Y qué?» Luego leyeron la respuesta en los ojos de sus
maridos y se desplomaron sobre sus sillones, sin esperar a que se lo dijeran. En
ambas casos siguió una discusión acalorada, algo nuevo; en otras
ocasiones se había discutido, pero sin acaloramiento, sin malas palabras.
Esa noche las discusiones parecían plagios la una de la otra. La
señora Richards dijo:
-Si hubieses esperado un poco, Edward...; si lo hubieses
pensado. Pero no... Tuviste que ir corriendo al periódico y divulgarlo
por todas partes.
El papel decía que debía publicarse.
Eso no significa nada. También decía que
podía hacerse una investigación privada, si lo preferías.
-¿Es verdad o no?
-Sí, es verdad. Pero, cuando pensé en el revuelo
que se produciría y en el honor que significaba pura Hadleyburg que un
forastero depositase tanta confianza en ella...
-Oh, sí, sé todo eso, pero, si lo hubieras
pensado un poco, te habrías dado cuenta de que no podías encontrar
al hombre, porque está en la tumba y no dejó ni parientes, ni
hijos ni perros; y, visto que a fin de cuentas el dinero iría a parar a
manos de alguien que tenía muchas necesidades y que no
perjudicaría a nadie, y...