-¡Se ha ido! Pero querido... Quizá es demasiado
tarde demasiado tarde Quizá no Quizá hay tiempo aún..
-Se levantó y se quedó pensando... enlazando y
desenlazando las manos. Un leve temblor extremeció su cuerpo, y dijo con
la garganta reseca:
-Que Dios me perdone... Es horrible pensar en estas cosas,
pero... -¡Dios mío! -¡Qué raros somos!
-¡Qué raros somos!
Atenuó la luz, se deslizó furtivamente hacia el
talego y se arrodilló junto a él y tanteó sus acanalados
costados con las manos y los acarició afectuosamente; y en sus viejos
ojos brilló una luz de avaricia. Tuvo instantes en los que no recordaba
nada y emergió de ellos para murmurar: -¡-Si, al menos,
hubiéramos esperado! -¡-Si hubiéramos esperado un poco, sin
tanta prisa!»Mientras tanto Cox bahía vuelto a su casa y contado a
su esposa el extraño suceso; ambos lo habían discutido con
vehemencia y estaban de acuerdo en que el difunto Goodson era el único
hombre de la ciudad capaz. de ayudar a un forastero en apuros con la bonita
cantidad de veinte dólares. Luego hubo una pausa y los dos se quedaron
pensativos y sumidos en silencio. Y, a intervalos, se mostraban nerviosos e
inquietos. Finalmente la esposa dijo, como para sí:
-Nadie conoce este secreto fuera de los Richards... y de
nosotros... Nadie.