El camino era difícil y la señora Richards se
atrancó, pero al poco rato reanudo el recorrido.
-Fue una lástima, pero... No podíamos permitirnos
eso, Edward... Es verdad que no podíamos. -¡Oh, yo no te
habría dejado hacerlo de ninguna manera!
-habríamos perdido la buena opinión de tanta
gente, Mary... Y además... y además...
-Lo que me preocupa ahora es saber qué piensa él
de nosotros, Edward.
-¿Él? Él no sospecha ni siquiera que yo
habría podido salvarlo.
-¡Ah! exclamó la esposa con tono de alivio.
-¡Cuánto me alegra! Mientras no sepa que pudiste salvarlo,
él... él... Bueno, eso está mucho mejor. Debí
imaginar que Burgess no sabía nada, porque siempre se muestra muy cordial
con nosotros por el apoyo que le dimos. La gente me lo ha reprochado más
de una vez. Los Wilson, los Wilcox y los Harkness sienten un mezquino placer al
decir: Vuestro amigo Burgess, porque salen que eso me irrita. Preferiría
que Burgess no insistiese en su simpatía por nosotros. No sé por
qué insiste.
-Puedo explicártelo. Se trata de otra confesión.
Cuando el asunto aún estaba fresco y la ciudad quería liberarse de
él, la conciencia me afligía tanto que no pude soportarlo y fui a
verlo a escondidas y le conté todo. Por este motivo él se
marchó de la ciudad hasta que pudo volver sin correr peligro.