-Mary, Burgess no es un hombre malo.
-Su esposa se sintió sorprendida.
-¡Tonterías! exclamó.
Burgess no es un hombre malo. Lo sé. Toda su
impopularidad viene de un solo hecho... que causó mucho alboroto.
-¡Un solo hecho! -¡Como si ese hecho no fuese
suficiente!
Suficiente, suficiente. Sólo que no era culpa suya.
-¡Qué ocurrencia! -¿Que no fue culpa suya?
-¿Cómo lo sabes? -Mary, te doy mi palabra... es
inocente.
-No puedo creerlo, no te creo. -¿Cómo lo
sabes?
-Es una confesión. Me avergüenza hacerla, pero la
liaré. Soy el único hombre que conocía su inocencia. Pude
haberle salvado y... y... y... bueno, ya sabes que excitada estaba la ciudad. No
tuve la valentía de hacerlo. Todos se habrían vuelto contra
mí. Me sentí despreciable, tan despreciable... Pero no me
atreví. No tuve la valentía necesaria para hacerlo.
Mary parecía turbada y calló durante un rato.
Luego dijo, tartamudeando:
-Yo..., yo no creo que te hubiese convenido decir que... que...
No se debe... desafiar a la opinión pública... Hay que estar muy
atentos... muy...