I
Sucedió hace muchos años. Hadleyburg era la
ciudad más honrada y austera de toda la región. Había
conservado una reputación intachable por espacio de tres generaciones y
estaba más orgullosa de esto que de cualquier otro bien. Estaba tan
orgullosa y se sentía tan ansiosa de perpetuarse, que empezó a
enseñar los principios de la honradez a los niños desde la cuna, e
hizo de esta enseñanza la base de su cultura durante todos los
años de su formación. Como si esto no fuera suficiente, en los
años que duraba su formación, se apartaban las tentaciones del
camino de la gente joven, para consolidar su honradez y robustecerla y que de
esta forma se convirtiera en parte integrante de sus mismos huesos. Las ciudades
vecinas, celosas de este honrado primado, simulaban burlarse del orgullo de
Hadleyburg diciendo que se trataba de vanidad, pero se veían obligadas a
reconocer que Hadleyburg era realmente una ciudad incorruptible y, si se las
apremiaba, reconocían también que el hecho de que un joven
procediera de Hadleyburg era una recomendación suficiente cuando se iba
de su ciudad natal en busca de un trabajo de responsabilidad.
Pero, al fin, con el correr del tiempo, Hadleyburg tuvo la mala
suerte de ofender a un forastero de paso, quizá sin darse cuenta, de
seguro sin ninguna intención, ya que Hadleyburg, totalmente
autosuficiente, no se preocupaba de los forasteros ni de sus opiniones. Sin
embargo, le habría convenido hacer una excepción, al menos en ese
caso, ya que se trataba de un hombre cruel y vengativo. Durante un año,
en todas sus correrías, no consiguió que se le fuera de la cabeza
la ofensa recibida y dedicó todos sus ratos de ocio a buscar una
satisfacción que le compensara.