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Centro de Europa, Marzo de 1916

Las tropas francesas acantonadas en el sur de la Galia transalpina, llevan dos largos años desde la iniciación de la guerra invadidos por el barro y la metralla, sin poder avanzar ni un solo metro, luchando cuerpo a cuerpo contra los aguerridos germanos, imbuidos del deseo del Kaiser de restaurar el Sacro imperio Romano Germánico (de Carlomagno, que era Franco.)

Alemania potencia continental por excelencia, con unas pocas posiciones de ultramar, lucha con denuedo por extender su territorio, tratando de vencer a su eterno enemigo y a aun mas a la odiada por siempre Inglaterra, potencia marítima de primer orden, que ocupa gran parte de las posiciones imperiales de ultramar.

La lucha es constante, el combate en trincheras, donde los hombres casi niños, sufren la tragedia de la muerte, que viene con cada silbido y cada rumor..... en ambos bandos, durante el día, se producen pequeños instantes de calma, solo suficiente para retirar de los campos los restos mutilados de los muñecos, que así lo parecen... los jóvenes muertos... las ambulancias con su ulular, los caballos que con sus bríos tratan de arrastrar los carros cargados de muerte y mutilación.

Los que permanecen vivos en las trincheras, tratan de relajarse, saben que la muerte los ronda y desvían su vista al horizonte, cargado de bruma, del humo de los incendios, del olor a mostaza de las bombas de gases arrojadas, que todavía continúan flotando en la enrarecida atmósfera, junto con el olor penetrante de la pirita, que incendia la pólvora de los cañones y el nauseabundo de los cadáveres que semienterrados se descomponen al calor de la frágil primavera, que asoma en el sur de la Francia...

 

 

 
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Suerte, muchachos, nada más que pura y simplemente suerte de Vicente Lorenzo Di Lernia   Suerte, muchachos, nada más que pura y simplemente suerte
de Vicente Lorenzo Di Lernia

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