Pero no sólo fue sorprendente que
resurgiera la cortina musical de Pearl Harbour en los principales medios. En un muy exiguo lapso,
alrededor una hora más tarde, ya se escuchaba al unísono: ataque contra los EEUU
y sus (supuestos) valores, terrorismo internacional, declaración de guerra,
Osama Bin Laden. Aun teniendo en cuenta que existe un vacío de interpretación en
las primeras horas tras un hecho de esta naturaleza, y que los medios lo
aprovechan recogiendo todo tipo de consignas populistas: Es un hecho que las
habituales palabras clave recién al día siguiente o en días posteriores fueron
"comprobadas" por el FBI y la CIA, se siguieron "confirmando" más y más en el
transcurso de las semanas posteriores, y toda la política hasta hoy sigue
encaminada en esa dirección. Todo esto sugiere que desde un principio la
interpretación fue dirigida. El círculo íntimo de Bush y los medios
determinantes, según las primeras noticias "crudas", no daban la impresión de
ser personas desprevenidas tomadas por sorpresa y desconcertadas.
Sin embargo algunos días después una especie de resaca parecía
haberse adueñado del Presidente. Más de una vez se percibió como el Presidente
daba muestras transitorias de inseguridad, al punto de tener que leer de un
memorándum los comunicados aún más simples y breves en sus encuentros con la
prensa. Después de que se aclarara quienes habían sido los verdaderos autores de
la tragedia ya no puede interpretarse esta conducta como síntoma de una
conmoción persistente. Se impone por ello la siguiente suposición:
Los constructores de las Torres Gemelas siempre habían
asegurado que su estructura era tan estable que podría resistir el impacto de un
avión. Con esto especulaban probablemente los falaces planificadores del
atentado. Y hasta los políticos con escrúpulos podían simpatizar con tal
favorable "ecuación de costos y beneficios". En un primer momento las torres
efectivamente se mantuvieron en pie. El impacto hasta ese entonces era
suficientemente contundente para que los EEUU, alcanzados hasta en lo más íntimo
de sus entrañas, pudieran justificar el posterior ataque global contra los
terroristas. Sin embargo la situación se tornó mucho peor de lo esperado, las
"magníficas" torres, con más de tres mil personas en su interior, se desplomaron
a consecuencia del enorme efecto del calor -según se dijo- que causó la
combustión de la considerable cantidad de aeronafta, reduciéndose a escombros y
cenizas. Tras esto hasta el planificador político más inescrupuloso debería
haber sentido alterado su equilibrio interior.