La izquierda clásica puede muy bien estar representada por Marx 
-en sus páginas olvidadas o nunca leídas y la mala izquierda por los marxistas y 
todas sus variantes en el siglo XX, leninistas, estalinistas, trotskistas, 
maoístas, castristas, guevaristas, tercermundistas, gauchistes, 
teólogos de la liberación. Enunciaré algunos de los rasgos que diferencian 
nítidamente la izquierda clásica de la mala izquierda. Para la izquierda clásica 
el fin del socialismo era liberar al hombre de todas las opresiones que impedían 
el pleno desarrollo de la persona humana, y en este sentido Marx coincidía con 
Oscar Wilde -ese clásico olvidado de la izquierda- cuando, en El alma 
del hombre bajo el socialismo, 1891, afirmaba que la propiedad privada había 
impedido a una parte de la comunidad llegar a ser individual, al someterla a la 
sórdida necesidad de trabajar para el prójimo y que, por lo tanto, el socialismo 
conduciría directamente al individualismo más integral y genuino. La igualdad no 
era, pues, uniformidad, como temen los liberales, sino oportunidades iguales 
para las diferencias. La mala izquierda, por el contrario, execraba el 
individualismo como egoísmo burgués o mera superestructura del mercado libre, y 
haciendo suya la concepción organicista de la sociedad típica de la derecha, 
subordinaba al individuo a entidades supraindividuales como la Clase, el 
Partido, el Pueblo, la Nación, el Estado.
La izquierda clásica tenía entre sus valores esenciales no sólo 
la igualdad sino también la libertad, los dos fines de la Revolución francesa. 
Marx decía en 1847: "No somos de aquellos que quieren destruir la libertad 
personal y hacer del mundo un gran cuartel o un gran taller. Existen comunistas 
que niegan la libertad personal. Nosotros no tenemos ganas de comprar la 
igualdad al precio de la libertad". En consecuencia la izquierda clásica 
luchaba contra todas las formas absolutistas del Estado y no concebía el 
socialismo sin la democracia.