Entre la derecha y la izquierda -como suele suceder en las 
parejas de opuestos tanto en el pensamiento como en la acción- se produjeron 
raras mezclas, y los rasgos de una se deslizaron hacia la otra, provocando una 
confusión inextricable.
Ya desde los orígenes del socialismo, hubo una izquierda que 
expresaba ideas y sentimientos de derecha, y una derecha que se creía o se decía 
de izquierda, a tal punto que Marx y Engels dedicaron el capítulo III del 
Manifiesto Comunista a la crítica de lo que llamaron el "socialismo 
reaccionario" en sus distintas variantes, el "socialismo feudal", el "socialismo 
pequeñoburgués", el "socialismo alemán", el "socialismo burgués o conservador", 
el "socialismo utópico".
Si exceptuamos el fugaz apoyo de los socialistas proudhonianos 
a la dictadura bonapartista de Napoleón III, puede decirse que el boulangismo 
fue el primer punto de fusión entre la derecha y el socialismo antidemocrático. 
Los socialistas blanquistas apoyaron el golpe de Estado del general Boulanger en 
1889, constituyendo el primer ejemplo histórico de un paradigma político del 
siglo siguiente: la izquierda que adhiere a un militar nacionalista. Paul 
Lafargue, el yerno de Marx, trató de convencer a Engels de que el boulangismo 
podría revestir una forma socialista.