Al lado de esos personajes más bien despreciables, no olvidamos 
la existencia de miles de militantes anónimos que sufrieron persecuciones, 
exilio, torturas y a veces la muerte; pero también debe recordarse que el 
heroísmo y el martirio, como se ha mostrado repetidamente, nunca son prueba de 
la verdad de una causa. Fueron idiotas políticos y terminaron arrojados al 
basurero de la historia. Los que quedan advierten que sacrificaron su vida para 
nada; todo aquello en lo que creían y por lo que luchaban se reveló de pronto 
como una ilusión evanescente, peor aun, como una mentira infame, y se sienten en 
el desamparo, sin saber cómo explicarse lo que pasó, desesperados. La dignidad 
de sus vidas, la sinceridad de sus intenciones y la tragedia de su final no 
pueden, no obstante, hacernos olvidar que fueron a medias inocentes y a medias 
culpables, víctimas y victimarios a la vez, cómplices, aunque involuntarios, de 
crímenes horrendos y del sufrimiento de millones de seres humanos.
Uno de los propósitos de este libro es separar nítidamente la 
idea socialista de los regímenes burocráticos del Este, de los totalitarismos 
estalinistas. La identificación de ambos fue fomentada por la mala izquierda 
para justificar, en nombre de la prestigiosa tradición socialista democrática, 
las atrocidades cometidas por el estalinismo. Con la misma mala fe, la derecha 
también se aprovechaba de esta identificación equívoca para mostrar con el 
ejemplo de los horrores estalinistas el carácter intrínsecamente perverso de 
todo socialismo.
Puesto que los regímenes estalinistas se decían marxistas, hoy 
se acostumbra considerar que en Marx ya estaban los gérmenes de la futura 
degradación y que si por los frutos se conoce el árbol, Marx y también su 
maestro, Hegel, fueron los precursores, cómplices e instigadores intelectuales 
de los totalitarismos del siglo XX. Esto no sólo lo piensa la derecha, sino aun 
los social-demócratas, que se han desprendido de Marx para no quedar 
contaminados. Es preciso no haberlo leído para señalar seriamente tal 
vinculación. A Marx sólo le hubiesen provocado náuseas las siniestras dictaduras 
que se atribuyeron su herencia.