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Antes del hecho se consideran los preparativos, las conversaciones, el lugar, el convite, etc.: en el hecho mismo el ruido de los pies, el estrépito de los hombres, las sombras, etc.: después del hecho el rubor, la palidez, el titubear y los demás indicios de mala conciencia; el apagar el fuego, la espada ensangrentada y todas las demás circunstancias que pueden mover a sospecha.

Hay otro lugar propio de los dialécticos, el cual se compone de antecedentes, consiguientes y repugnantes, y es muy diverso de los adjuntos. Estos no ocurren todas las veces, pero los consiguientes siempre y por necesidad, y lo mismo los antecedentes y repugnantes. Todo lo que antecede a una cosa está adherido necesariamente a ella, y todo lo que repugna a una cosa nunca puede unirse con ella.

Este lugar se distribuye en tres partes: consecuencia, antecedente, repugnante. El modo de hallar el argumento es simple, pero el modo de tratarle es triple. Si te propones demostrar que el dinero contante debe entregarse a la mujer a quien ha sido legada toda la plata, ¿qué más da hacer el argumento de este modo? : «Si el dinero acuñado es plata, ha sido legado a la mujer: es así que es plata; luego ha sido legado.» O de este otro modo: «Si el dinero contante no le ha sido legado, no es plata: es así que esplata; luego le ha sido legado. O de este otro: «No le ha sido legada la plata ni el dinero contante: es así que le ha sido legada la plata; luego lo ha sido legado el dinero contante.»

Llaman los dialécticos primer modo de la conclusión a aquel en que la consecuencia sigue necesariamente a las premisas. Segundo modo de la conclusión es aquel en que, negado el medio, hay que negar también la mayor. En el tercer modo de la conclusión, aceptado uno de los términos de la disyuntiva, hay que negar el otro.

Los argumentos que concluyen por contrariedad se llaman entre los retóricos entimemas, no porque toda sentencia deje de ser un entimema, sino porque así como Hornero dió por su excelencia nombre entre los Griegos a todos los poetas, así, aunque toda sentencia se dice entimema, como la que se compone de proposiciones contrarias parece la más aguda, de aquí que ella sola posea como propio el nombre común. Ejemplos: «Temes a este y no recelas del otro.-Condenas a la que de nada acusas. -Dices que ha merecido mal aquella que juzgas benemérita. -Lo que sabes no te aprovecha; lo que no sabes te daña.»

Este género de razonamiento ocurre a veces en las disputas de los jurisconsultos, pero más en las de los filósofos y oradores. Unos y otros usan con frecuencia la conclusión de sentencias repugnantes que los dialécticos llaman tercer modo y los retóricos entimema. Hay otros modos dialécticos que constan de disyunciones, vg.: «O esto o aquello: no es esto; luego es aquello» o al contrario. Estas conclusiones son legítimas, porque en la disyuntiva no puede ser verdadera más que una de las proposiciones.

De las conclusiones antedichas, a la primera llaman los dialécticos cuarto modo y a la segunda quinto. Después añaden la negación de las conjunciones, vg.: «No puede ser a la vez esto y aquello: es así que es esto; luego no es aquello. » Este es sexto modo. El sétimo al contrario: «Es así que no es esto; luego es aquello. » De estos modos nacen innumerables conclusiones, en las cuales consiste casi toda la dialéctica; pero ni siquiera las que he expuesto son necesarias para mi propósito.

Síguese el lugar de las causas eficientes y el de los efectos producidos por estas causas. De ellas he puesto, no ha mucho, ejemplos tomados del derecho civil, pero es materia que requiera más larga explicación.

 
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