Claro es que estas controversias no ocurren sólo en las leyes, sino en los testamentos, estipulaciones y demás actos que se hacen por escrito. De esto trataremos en otro libro. Y no solo hay argumentos para todo el discurso, sino para cada una de sus partes, ya propios, ya comunes, vg.: en el exordio, para hacer a los oyentes benévolos, dóciles y atentos; en la narración, para que sea clara, breve, evidente, creíble y acomodada a la dignidad de las personas: cualidades que han de resplandecer en todo el discurso, pero que son más propias de la narración.
Como la fe que se da a la narración depende del modo de persuadir, sirven aquí todos los lugares útiles para la persuasión. En el epílogo se usa principalmente la amplificación, cuyo objeto debe ser perturbar o aquietarlos ánimos, y excitar o calmar las pasiones antes irritadas. Para este género, en que entran la misericordia, la ira, el odio, la envidia y demás afectos humanos, se dan reglas en otros libros que podrás leer conmigo cuando quieras.
Por lo que toca a mi actual propósito, creo haber satisfecho tu voluntad, pues para no pasar en silencio nada de lo que puede conducir a la invención de argumentos, me he extendido más de lo que deseabas, y he hecho lo que suelen hacer los liberales vendedores cuando traspasan la propiedad de alguna casa o fundo, cediendo grát1s al comprador cualquier ornato o mejora que hayan hecho. Por eso yo, además de darte lo que tenía obligación, he añadido ciertos adornos y perfiles que no eran absolutamente necesarios.