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La cuestión ¿cómo es? se resuelve por la comparación en todos sus géneros. En el de lo apetecible y vitando se comparan los Nenes y males de ánimo, de cuerpo y extrínsecos. Cuando se trata de lo honesto y lo torpe hay que fijarse en las buenas o malas cualidades de ánimo. Lo justo y lo injusto pueden serlo por naturaleza y por convenio. La naturaleza tiene dos partes: el derecho de defensa, y el de, castigo. La equidad por convenio es triple: 1.°, legitima; 2.°, conveniente; 3.°, confirmada por antigua costumbre. Hay otra división también triple, según que la equidad toca y pertenece a los dioses, a los manes o a los hombres: la primera se llama piedad; la segunda, santidad; la tercera, justicia.

Basta ya delprop6ísito: digamos algo de la causa, aunque muchos de los preceptos son comunes. Tres son los géneros de causas: judicial, deliberativo y demostrativo.

El fin de cada uno mostrará qué argumentos han de usarse en él. El fin del género judicial es el derecho, cuyas partes hemos expuesto al tratar de la equidad. El fin de la deliberación es la utilidad, cuyas partes ya dijimos al tratar de lo apetecible. El fin de la alabanza es la honestidad; materia asimismo conocida.

Las cuestiones se dividen en acusación y defensa. El acusador argüirá del hecho al reo. El defensor contestará una de tres cosas: o que no es verdadero el hecho, o que merece otro nombre, o que es legítimo. La primera respuesta se llama conjetural; la segunda, definitiva; la tercera, judicial, aunque el nombra es ambiguo.

Los argumentos propios de estas causas y tomados de los lugares que antes expusimos, son materia del arte oratoria. A la refutación de la acusación, que en griego se llama stasiz, llamémosla en latín status (estado). Las mismas posiciones de la causa ocurren en la deliberación y en la demostración, pues se niega la posibilidad absoluta o relativa de que llegue a ejecutarse lo que se propone. En esta argumentación entra el estado conjetural.

Cuando se discute sobre la utilidad, honestidad, equidad, o sus contrarías, la cuestión es de derecho o de nombre; y lo mismo en las oraciones laudatorias.

Se puede negar la realidad del hecho elogiado, o el nombre que el panegirista le da, o la legitimidad y rectitud del hecho mismo. De todos estos argumentos se valió con Impudencia César contra mi glorioso amigo Caton. A la controversia que resulta de este estado de la causa llaman los Griegos cr inomenon. Yo prefiero llamarla aquello que se trata. A las pruebas y apoyos de la defensa llamamos fundamentos quitados éstos, no hay defensa. Como la ley es en toda controversia el argumento más firme, hemos de invocar siempre el testimonio y auxilio de las leyes. De aquí nacen nuevos estados de la causa que se llaman legítimos. Entonces se sostiene que la ley no dice lo que el adversario supone. Acontece esto cuando el escrito es ambiguo y puede tomarse en dos sentidos diferentes. En este caso, o se opone a lo escrito la voluntad del legislador y se pregunta qué vale más, las palabras o la sentencia, o se cita una ley contraria. Tres son, por tanto, los géneros de controversia en todo escrito: ambigüedad, discrepancia del escrito y de la letra, escritos contrarios.

 
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