La argumentación que se llama sin arte consiste en el testimonio. Testimonio se llama toda prueba tomada de alguna cosa externa. La persona, aunque no cualquiera, tiene el valor de un testimonio; para que haga fe se requiere la autoridad que da la naturaleza o el tiempo. La autoridad de la naturaleza consiste principalmente ea la virtud; se funda la autoridad del tiempo, en el ingenio, riquezas, edad, fortuna, arte, experiencia, necesidad o concurso de cosas fortuitas, pues a los ingeniosos, a los opulentos y a los ancianos se los creo dignos de crédito, quizá sin razón, pero no se puede torcer la opinión del vulgo, y por ella se guían los que juzgan y los que estiman. Los que sobresalen en estas cosas se cree también que sobresalen en la virtud. Las demás circunstancias que he enumerado, aunque no tienen apariencia de virtud, contribuyen a dar crédito, porque es grande para persuadir la fuerza del arte, ciencia o experiencia, y siempre se cree más a los que son expertos. Hace fe la necesidad, ya de cuerpo, ya de alma: cuando un hombre está fatigado con tormentos, azotes, fuego, etc., parece que es verdad lo que dice; y las pasiones del alma, dolor, codicia, iracundia, miedo, como tienen fuerza necesaria, producen autoridad y fe. Al mismo género pertenecen otros indicios que suelen servir para averiguar la verdad; la niñez, el sueño, la imprudencia, la embriaguez, la locura: los niños dicen muchas veces las cosas sin entenderlas; y por medio del sueño, del vino y de la locura, se han descubierto muchas cosas. Otros pecan por imprudencia, corno la aconteció no ha mucho a Estaleno, que dijo algunas cosas sin pensar que le oían testigos pared por medio, y fué condenado, merced a la declaración de ellos, a pena capital. Lo mismo cuentan de Pausanias lacedemonio.
Al concurso de circunstancias fortuitas pertenece, por ejemplo, el haber llegado por casualidad a un sitio donde se hacia o decía algo que sus autores querían tener secreto. Al mismo género pertenece aquella multitud de conjeturas y sospechas de traición amontonadas contra Palamedes. Es muy difícil refutar este modo de argumentación, aún con la verdad. Lo mismo acontece con el rumor del vulgo o testimonio de la multitud. La virtud hace fe como testimonio, ya por naturaleza, ya por industria, según que sea virtud de Dios, o de los hombre.
Los testimonios divinos son estos: 1.°, el de la oración (de aquí tomaron su nombre los oráculos); 2.°, el de la obras divinas, corno son este mundo y su admirable orden y hermosura; el vuelo y el cinto de las aves, los Terremotos, la aparición de los cometas y otros muchos portentos, y finalmente, la adivinación por medio de las entrañas y la interpretación do los sueños. A todos estos argumentos puede acudirse cuando se invoque el testimonio de los Dioses.
En el hombre vale mucho la opinión de virtud. La opinión es que no sólo tienen virtud los que la tienen, sino los que parece que la tienen. Así, cuando vemos a un hombro dotado de ingenio, saber y doctrina y do, vida constante y probada, como Caton, Lelio, Escipion y otros muchos, imaginamos siempre que es como nosotros quisiéramos que fuese, y no sólo juzgamos tales a los que han tenido honores del pueblo, y han gobernado la república, sino a los oradores, filósofos, poetas e historiadores, en cuyos dichos y escritos se funda muchas veces la autoridad y el testimonio.
Expuestos todos los lucrares de argumentación, se ha de entender, ante todo, que no hay ninguna controversia en que deje de ocurrir alguno de ellos, ni ocurren casi nunca todos en la misma cuestión, sino que los hay más o menos acomodados a un género de causas que a otro.
Dos géneros hay de cuestiones: uno infinito, otro definido. Definido es el que llaman los Griegos hipótesis, y nosotros causa. Infinito el que ellos llaman tésis, y nosotros podemos llamar propósito.