-Buenas noche señor Marceau, que gustazo
volver a verle.
El español que le saludaba se acercó
sonriente extendiéndole la mano, que Dany estrechó respondiéndole el saludo.
Luego de algunas palabras del momento, el anfitrión preguntó.
-"¿Qué le podemos servir?".
-Algo liviano pues debo continuar mi viaje. -contestó él. vi
-Me parece muy bien, eso denota prudencia, aprobó el hispano y se
retiró para traer el servicio.
Cuando hubo comido, Dany pidió un café.
-¿Viaja solo? -Preguntó el hombre cuando trajo el café. Ante la
confirmación del joven, -agregó: -Le hago la pregunta por lo siguiente: ¿Ve a
ese señor, sentado en la mesita contra el ventanal? -Dany le dirigió una mirada
y asintió con la cabeza.- Se trata de un profesor que está dando unas
conferencias sobre el uso de unos nuevos productos químicos destinados al agro.
Creo que es francés. Tuvo la mala suerte de que se le rompiera, no sé que pieza
del su auto y como este es importado, para poder repararlo se la tienen que
enviar desde Córdoba. Por lo que he hablado con él, le digo que es un hombre de
muy amena conversación y aparentemente muy culto. ¿Usted aceptaría llevarlo como
acompañante? El hombre tiene suma urgencia de estar mañana en Córdoba y para
colmo, recién a las seis y media, pasa el primer ómnibus.
Dany lo pensó un segundo y consintió en llevarlo.
-John Gellian, mucho gusto -dijo el hombre ofreciendo su mano
cuando se aproximó a la mesa.
-Encantado, Daniel Marceau, -respondió Dany.
El desconocido era un hombre más alto de lo que aparentaba
sentado, Su estatura orillaba el metro ochenta, de buena contextura y un porte
casi aristocrático.
Ya nuevamente en la ruta, llevaban cerca de una hora de viaje, a
Dany le pareció que el español no se había equivocado, su circunstancial
acompañante era una persona de conocimientos amplios y conversación amena.