-No, -contestó Dany- cuando estoy fuera de París por más de dos
meses, lo cierro y al regreso voy directamente a casa de mis tías donde tengo mi
habitación siempre lista.
Hizo una pausa y luego con una sonrisa, -comentó:
Hay de mí, si las tías se enteran que no voy primero a su casa.
-Se lleva muy bien con sus tías, por lo que oigo.
-Sí, muy bien, -recalcó Daniel y agregó: Son dos personajes
divinos; la mayor, Giselle, debe andar por los sesenta, es una mujer de un
carácter muy alegre, aunque con una voluntad de acero, tal es así que dirige y
administra una muy próspera casa de belleza que ella misma fundara hace
veinticinco años.
En cuanto a Raquel, bueno, ella es un capítulo aparte, me lleva no
más de cuatro años, al principio, cuando vine a vivir con ellas, chocábamos un
poco, sería por la poca diferencia de edad; ella con sus veinte años, por
primera vez tenía a un sobrino a quién mandonear, y yo por mi lado con dieciséis
años pretendiendo ser ya un hombre, no le aceptaba esas actitudes; pero al
final, terminamos siendo compinches; ella, estudiaba en esa época, en la
Facultad de Humanidades y Ciencias Políticas. Tiene un carácter bastante
revoltoso, en conflicto estudiantil que hubiera, ella estaba metida, tal es así
que una noche tuve que ir a sacarla de una comisaría por haber participado de
una manifestación estudiantil de no más de veinte revoltosos y que por supuesto,
terminaron todos adentro.
Cuando yo cumplí los dieciocho años, era ella la que me quería
buscar novias y a mi vez, yo tenía que darle mi opinión sobre todos los
pretendientes que tenía; macanudísima persona es Raquel.
Se oyó la voz que decía: "Señores pasajeros, estamos por tomar pista en el
aeropuerto Charles De Gaulle, el comandante de la nave, capitán Phillip Marvel y
su tripulación, les agradecen que hayan viajado por esta empresa y les desean
una feliz estadía en Francia".
En las puertas de desembarco, las azafatas estaban alineadas
saludando al pasaje que iba saliendo, Dany antes de llegar a la puerta observó a
Isabel y pensó: "La verdad que es una belleza". Oyó una melodiosa voz femenina,
que decía, "Gracias Daniel, eres muy galante", él la miró con cara de inocente
sorpresa y al pasar a su lado, le susurró: -Yo no hice ninguna incursión sin
permiso.