Por fuera, nuestro hogar era de estilo colonial, con techo de
tejas color ladrillo, y paredes revestidas con madera, pero el interior era
moderno, con ambientes cálidos y bien adornados (living, cocina y baño, en la
parte de abajo y en la planta alta, una habitación cómoda con un baño completo),
donde teníamos un televisor y un equipo de música.
Bajamos las cosas del auto, cada uno lo suyo; yo tomé mi tabla,
la ubiqué en el ruck, donde había otras dos, colgué el traje de neoprene y subí
a la habitación, en la planta alta de la casa, donde me acosté a descansar con
el televisor encendido.
Yo en ese momento tenía 33 años y el tiempo era como si no
hubiera transcurrido para mí. Estaba físicamente en buenas condiciones, gracias
al surf, usaba el pelo largo con rulos y barba desprolija de un mes sin
afeitarme. En realidad nunca había tenido un trabajo estable y me ganaba la vida
haciendo trabajos pasajeros. Siempre me había gustado tocar la guitarra y
surfear, que son actividades que no se llevan muy bien con lo establecido como
regla. Por un día de buenas olas dejaba cualquier cosa de lado, y esa era mi
responsabilidad frente a la vida, aunque siempre pagaba el alquiler y mis
vicios.
Sofía, mientras tanto, se puso a limpiar y acomodar las cosas
de toda la casa, tratando de arreglar un poco el desorden general y, cuando
terminó se dirigió al baño a preparar un baño de inmersión, con sales y hierbas,
que según decía, hacían bien a los músculos. Al escuchar el ruido del agua en la
bañadera, me levanté de la cama, golpee la puerta del baño y ella me dijo:
-¡Vení entra conmigo, amorcito!
Sofía había encendido velas que perfumaban el ambiente, y se
encontraba acostada en la bañadera, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en
el respaldo, dejando caer sus largos y ondulados cabellos rubios a los costados.
Me acerqué a ella y con una esponja enjaboné, y luego enjuagué su espalda y sus
hombros. Luego, me quité la bermuda y ella moviéndose suavemente, me deja
acomodar por detrás. El contacto y el calor de la piel, del uno contra el otro,
desataron el placer inmediato. Entre sales, hierbas y aromas de velas, hicimos
el amor apasionadamente; más tarde, mientras ella se vestía en la habitación, le
pregunté: