Las personas desconocidas que me rodean son oficiales del
Departamento de Inmigración. Ellos tienen un alto sentido de humanidad,
profesionalismo y ganas de ayudar, lo cual siempre agradeceré desde lo más
profundo de mi ser. Pero sé que estoy solo, sin ni siquiera una persona conocida
en este país y mucho menos un amigo. Estoy solo, con mis pocas pertenencias: La
ropa que llevo puesta y mi persona, es todo; solo, a merced de la inmigración
canadiense. Solo con mis recuerdos, que en esta paz salen de mi mente y me hacen
gesticular, mientras mantengo la mirada fija por unos minutos, con los ojos
enormemente abiertos.
¡Cuántas imágenes desagradables recuerdan mis sentidos en un
minuto! No sé si podré describirlas todas y quizá no respete un perfecto orden
cronológico. Considero que no tengo las cualidades literarias para que mi prosa
sea perfecta, pero sí el alma muy herida, por lo que voy a gritar mis palabras y
plasmarlas en este papel, con el lenguaje que salgan.
¿Por dónde comenzar? ¿Por la falsificación de mi pasaporte en
Berlín, por un asalto en Moscú o por el principio, algunos años
atrás?