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Pasaron tres meses y ni él ni Laura encontraron trabajo a pesar de buscar
durante todo el día. Ese es el problema de los pueblos del Mediterráneo, hay
mucho en la temporada de verano y después nada. Por las noches Laura repartía
volantes ofreciendo los servicios de electricista de su marido. Al tiempo llamó
una de las personas que se había llevado a su casa un volante y Jorge trabajó
con él un año y medio. Laura logró ubicarse en una panadería. Entretanto, quedó
embarazada. Parecía hacerse realidad el deseo de tener la parejita. Pero la
dicha plena no cristalizó en esta familia. La bebé murió en el hospital, según
les dijeron de muerte súbita. En realidad lo hizo por tragar líquido amniótico,
debido a un error médico. Sus vidas nuevamente se desmoronaron. La más extrema
tristeza y el dolor se hicieron presentes. Por si fuera poco Laura agarró una
infección en el CTI y casi muere. Al mismo tiempo Jorge perdió su empleo porque
pasaba largas horas cuidando a Laura. La situación económica se les hizo tan
insostenible que en un determinado momento no tenían dinero ni para comprar los
medicamentos que ella necesitaba. El funeral de la pequeña lo ayudaron a pagar
unos amigos. El dueño del apartamento no les cobró el alquiler de un mes. Pero a
pesar de estas ayudas puntuales como bien dice Jorge en Uruguay sin dinero
"podés ir tirando porque siempre tenés a un vecino o un familiar que te presta
cosas, pero aquí nada".
Al poco tiempo, Jorge consiguió un nuevo trabajo. Laura no volvió al suyo
porque la pena no se lo permitía. Tardó un año en recuperarse, en parte, del
dolor. A pesar de todo, de a poco comenzaron a recompaginar sus vidas. Laura
volvió a su antiguo empleo. Actualmente, están pagando la hipoteca de la casa en
la cual viven y en la que compartieron conmigo su triste historia migratoria.
Aquí hacen el asado -comprado en la misma carnicería a la que iba Ferreira
Aldunate mientras vivía allí- en la parrilla que hizo Jorge, toman mate y
rememoran el país que dejaron. Su vida se centra ahora en el trabajo y la casa.
En Uruguay, me contaban, salían más, eran más sociables. Se justifican diciendo
que no hacen lo mismo porque no sienten a España como algo suyo. A su hijo le
ocurre otro tanto hasta llegar al grado de no haberse integrado ni siquiera en
el colegio; no tiene amigos y aún conserva el habla rioplatense.
Muchos vecinos y amigos han querido imitar sus pasos e irse también para
España pero ellos siempre le cantan la justa y más de uno se ha decepcionado.
Laura lo resumen muy bien en una frase: "no hay que creer que uno aquí viene y
se llena de oro, hay que llorar mucho y aguantar mucho más". El recuerdo de
todo estos uruguayos emigrados que conocí en España, de sus circunstancias de
salida del país, -ya fuera escapando de la crisis o de las frustraciones,
buscando aventuras, tranquilidad o una mayor libertad, o siguiendo a su amor o a
su familia-, de su vida en España -buenas y malas experiencias-, me acompañarán
toda la vida. Deseo, desde lo más profundo de mi corazón, que sus historias
tengan un final feliz. Como decía hoy, emigrar es una de las experiencias más
duras que un ser humano puede vivir; espero que algún día puedan reencontrarse,
sin rencores, con un país lleno de esperanzas, como el que todos anhelamos,
estemos donde estemos.
[1] Para la realización de este
trabajo opté por una metodología mixta. La parte cuantitativa se basó,
fundamentalmente en la consulta y utilización de fuentes estadísticas
secundarias publicadas tanto en Uruguay como en España, y la cualitativa en la
realización de dos tipos de entrevistas; unas de cuestionario, con preguntas
estandarizadas, realizadas a un total de 198 uruguayos emigrados a España entre
1999 y 2008 (actualmente residiendo en este país) cuyas respuestas no se pueden
generalizar al resto de los inmigrantes uruguayos porque se trata de una muestra
no probabilística, 52 a emigrantes retornados a Uruguay durante el mismo
período, 102 a sus familiares, amigos y conocidos en Uruguay y 100 a españoles
para conocer su opinión con respecto a nuestros compatriotas; un segundo tipo de
entrevistas fueron realizadas en profundidad, con preguntas previamente
elaboradas y algunas surgidas sobre la marcha, a un total de 113 personas en las
circunstancias anteriormente descriptas y también a otros inmigrantes. Al mismo
tiempo organicé siete grupos de discusión (participaron de los mismos 31
personas) y llené un cuaderno de campo con mis observaciones.
[2] Los nombres utilizados son
ficticios pero los hechos narrados son
reales.
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Diario de campo de una emigración inconclusa
de Silvia Facal Santiago
ediciones elaleph.com
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