Llegó el día de la despedida y las tristezas asomaron por ambas partes: ellos
porque yo volvía a la tierra de la cual se sentían expulsados y yo porque los
dejaba ahí, sin saber cómo transcurrirían sus vidas en esta tierra de eterna
belleza reflejada en los adoquines mojados por la lluvia.
Cuando regresé a Uruguay su recuerdo no me abandonaba, así que decidí hacer
algo al respecto. Comencé a informarme más de lo ocurrido en nuestro país tras
la crisis de 2002 y descubrí como un buen número de compatriotas habían decidido
emigrar hacia España buscando una vida más digna. Hablé con Joaquín, un profesor
de la Universidad de Comillas y le comenté todo lo que estaba ocurriendo en mi
país. Me sugirió que redactara un proyecto de investigación sobre esta
emigración reciente de uruguayos hacia la madre patria y que comenzara a golpear
puertas para ver quién estaba interesado en su realización. Debo confesar con
cierta amargura, que las puertas tocadas en Uruguay se fueron cerrando unas tras
otras. Sólo una se abrió y gracias a ella volví a España para conocer con más
profundidad todos los pormenores sobre las causas que trajeron a nuestros
compatriotas a este país y sobre sus vidas aquí, las de la Agencia Española de
Cooperación Internacional. Durante mi año de estadía en tierras españolas conocí
de primera mano la emigración de nuestros compatriotas, plagada de mitos y
verdades, a través no sólo de sus propias palabras sino también de quienes han
compartido con ellos sus experiencias migratorias y también de las voces de sus
familiares y amigos que permanecieron y aún permanecen en el Uruguay de sus
sueños. Luego de realizar muchas entrevistas acá y allá, de ser testigo de
grupos de discusión y de pensar y repensar mil veces cada una de las
experiencias, me animé a traducir en palabras lo que había vivido. Ninguno de
los entrevistados es un número más para mí, porque recuerdo cada rostro y
experiencia de vida relatada ante mi grabadora o cámara de vídeo.[1]
Ahora les voy a contar una historia real[2] de una de esas tantas familias uruguayas que un día
debieron tomar el camino de la emigración hacia la madre patria haciendo, muchos
de ellos, el camino inverso de sus antepasados.
Laura nació en una hermosa ciudad del interior del país donde creció, conoció
a Jorge con quien se casó, tuvo un hijo y comenzó a labrar una nueva vida. Ella
trabajaba en un hiper supermercado y él era empleado público. Llegaron a tener
casa y hasta dos autos y dos motos. Sin embargo, como dice el viejo dicho "no es
oro todo lo que reluce"; llegó un momento en que las deudas se hicieron
impagables y desvaneciéndose su pequeño mundo la idea de buscar nuevos
horizontes se hizo presente en sus vidas.
Jorge tomó una valija y allí empacó
un mínimo de pertenencias. Corría el año 2001 y su suerte lo llevó hasta Madrid.
Empero, las cosas no le fueron tan bien. En su calidad de "turista" se encontró
que el acceso al mercado laboral se le tornaba muy difícil. Los pocos días que
residió en la capital española los compartió en una pensión con otros
inmigrantes mayoritariamente chinos y ecuatorianos. Finalmente, decidió volver y
con tal mala suerte que en el trayecto hacia el aeropuerto le robaron todo el
dinero que llevaba. Logró salvar el pasaporte y el pasaje porque los llevaba en
otro bolsillo. Una vez tomó el avión se dijo a sí mismo: "no vuelvo nunca más a
España". Pero no cumplió su promesa, porque al año siguiente, el de la crisis,
regresaría ahora con su familia. No obstante, el destino escogido sería un
hermoso pueblo costero del mediterráneo catalán. Allí Jorge tenía un conocido.
Se quedaron dos días en su casa y luego alquilaron un apartamento pagando por
adelantado un año del alquiler con parte del dinero obtenido de la venta de su
casa. De otra forma hubiera sido muy difícil para ellos alquilar tan pronto ya
que tenían dos cosas en contra: ser "sudacas" y no tener papeles.