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Dicen que mi casa solar está en un lugar pequeño de Vizcaya, llamado Zamudio. Aseguran que es muy antiguo. Añaden que en los Ayuntamientos del pueblo (que a la usanza del país se dicen cruces paradas) las hembras de mi familia tienen voz, como los varones de otras. Consta también que tiene un escudo de armas nada vulgar. Buenas casas todas. Se me abre la boca de par en par cuando hablo de ellas; porque así como a otros es un especialísimo incentivo la conversación de genealogías, he experimentado que es para mis humores el mejor soporífero que puede inventarse. Habiendo leído menos de autores de blasón que de Poesía y Filosofía, no puedo desechar de mí aquello de Horacio: Nam genus, et proavos, et quae non fecimus ipsi, vix ea nostra voco... De mi abueloFue un hombre que se fue al otro mundo sin vestirse a la castellana, ni hablar castellano: muy llena la cabeza de que un antepasado suyo había sido algo con Carlos V no le pareció justo trabajar en ser algo con Carlos II, ni Felipe V. Pero para que se vea cuán a paso de gigante camina el hijo, mi abuela encargó que le enviasen de Bilbao un hombre que enseñara el español a sus muchos hijos, pues entre los de su matrimonio, y los de las primeras nupcias, me dio mi abuelo un padre y veinte y ocho tíos y tías: de los cuales la mayor parte han muerto, quedando sólo dos, uno muy rico y feliz, y otro muy triste y pobre. De mi padreNació con demasiada viveza para gastar su vida en hablar vascuence, beber chacolí, plantar castaños y conversar de abuelos, y así se escapó como pudo de casa, y fue a parar a Indias en busca de un tío suyo: el cual tuvo buen cuidado de desconocerle luego que le vio pobre. Volvió como pudo a España, no obstante que le quiso detener el Virrey, porque le gustaron sus buenas prendas. Pero más habían gustado a una señora de Cádiz, hija de un Cónsul de aquella Contratación, que se enamoró de él a su paso por aquella ciudad para embarcarse. Casáronse. Volvióse a embarcar mi padre para aprovechar en las Indias la protección de aquel Virrey. De mi nacimientoNací a mi tiempo, regular, muriendo mi madre del parto. Encargóse de mi niñez una tía de mi madre, y de mi educación, un tío jesuita, que persuadió por cartas repetidas a padre que me enviase al Colegio de Luis el Grande de París, floreciente entonces por el gran número y no menor calidad de los alumnos. Morada en el Colegio en París |
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Memorias o compendio de mi vida
de José Cadalso
ediciones elaleph.com
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