-No.
-¿Entonces es inglesa?
-Bueno, en realidad no...
-Tiene que ser una de las dos; no puede evitarlo. La he visto
caminar sola varias veces. Usa su...
Me levanté y me subí a una hamaca. El aire era
dulce y fresco, pasando por mi cuerpo. Arriba, nubes blancas avanzaban
delicadamente por el cielo azul. Del bosque de pinos llegaba un perfume salvaje,
las ramas se hamacaban juntas, rítmica, sonoramente. Me sentí tan
ligera y libre y feliz... ¡tan niña! Quería sacarle la
lengua al grupo allí en el pasto, que se cerraba y susurraba de una
manera maliciosa. .
-Quizás no lo sabe -gritó una voz desde una de
las casillas- pero hamacarse descompone el estómago. Una amiga mía
no pudo retener nada durante tres semanas después de excitarse de ese
modo.
Me metí en las duchas y me regaron.
Mientras me vestía, alguien golpeó en la
pared.
¿Sabe- dijo una voz- que hay un hombre que vive en el
Luft Band de al lado? Se entierra hasta los sobacos en el barro y se
rehúsa a creer en la Trinidad.
Los paraguas son la gracia salvadora del Luft Bad. Ahora,
cuando voy, llevo un gran paraguas para lluvia y me siento en un rincón,
escondiéndome detrás.
Pero no es qué me avergüence para nada de mis
piernas.