-Querido Hiram -replicó la señora Otis-, ¿qué podemos hacer con
una mujer que se desmaya?
-Descontaremos eso de su salario. Así no se volverá a
desmayar.
En efecto, la señora Umney no tardó en volver en sí. Sin
embargo, veíase que estaba conmovida hondamente, y con voz solemne advirtió a la
señora Otis que algún contratiempo iba a ocurrir en la casa.
-Señores, he visto con mis propios ojos unas cosas... que
pondrían los pelos de punta a un cristiano. Y durante noches y noches no he
podido pegar los ojos a causa de las cosas terribles que pasaban aquí.
A pesar de lo cual, mister Otis y su esposa aseguraron a la
buena mujer que no tenían miedo ninguno de los fantasmas.
La vieja ama de llaves, después de haber impetrado la bendición
de la Providencia sobre sus nuevos amos y de discutir la posibilidad de un
aumento de salario, se retiró a su habitación renqueando.