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Y se quedó igual; no se dio ninguna respuesta que satisficiera al hombre actual. Porque el hombre de la actualidad quiere medirlo todo. Y en su afán de estar midiendo pierde lo esencial... El tiempo será eso: algo que no tiene explicación... Si Borges, el maestro, no le dio una definición definitiva menos tú, un simple mortal. Borges es eterno en el tiempo... tú comienzas a desplegar alas. El camino es largo y en cada paso arrastran recuerdos dejados. No miran hacia atrás porque saben que no habrá retorno y de hacerlo ya jamás será lo mismo. No les pase como a la esposa de Lot que por mirar atrás se convirtió en estatua de sal. Lot, sobrino de Abraham, y esposo de Edith marchó con ella y sus hijas; pero los ángeles enviados por Yahvé les avisaron que Sodoma y Gomorra serían destruidas y no deberían mirar hacia atrás. Edith desobedece y se convierte en un cúmulo de sal... y luego las hijas de Lot, para dar seguimiento a sus generaciones, le embriagan y de manera incestuosa logran su propósito de seducirlo. Lindo ejemplo que aparece en ese libro y que hoy juzgamos al señor de un pueblo de la islita que tiene dos niños con su nieta y le acusan de incesto cuando en el libro sagrado lo celebran. Incomprensibles realidades del discurrir humano cuando juegan con sus elocuentes digresiones. La misma historia, diferentes actores... incesto es incesto aunque lo diga el sagrado libro... acomodas tus ideas como mejor te conviene... como no besas traseros para satisfacer los egos ajenos los demás te dejan caer a un lado, pero tu grandeza no depende de ellos, ni de sus hediondos traseros; en tu interior llevas el éxito marcado. Vives como rey sin súbditos porque así lo has querido... y al que no le guste tu forma de ser que se raspe lejos... Piensas. En el errático caminar parecen a los personajes del cuento de Cortázar, Casa tomada... que abandonan la casa por los ruidos misteriosos que le habitan, tú e Irene huyendo de rumores que creen escuchar en una casa que les tomó tiempo limpiar y cuidar... y de pronto, reflexionas con las palabras de Julia con su río: “alárgate en mi espíritu”, y así le dices al camino. Alárgate en nuevas ilusiones... Alárgate en nuevos pasos... como pasos de gigantes en las tierras donde el gran Quijote luchó sus aventuras. Y en el cavilar sonríes y le miras; siempre al compás de tus locuras. Te detienes a pensar en el rostro rojizo por la fatiga del camino. Ella va distraída. Ni percibe que penetras con tus ojos sus pensamientos alargados en el camino. Recorres sin querer tu mirada por el paisaje azul que tanto dibujaste de niño. Tus pasos son firmes en el terreno rojizo que pisas. Y lo haces recto sin serpentear en los movimientos. Ya los vecinos quedaron atrás y han dejado que marchen sin dilatar el recorrido. Ya no hay miradas clavadas en sus espaldas. Se siente bien. Como debería ser siempre. ¿Llegarán con ánimo al nuevo terreno? Esa no debe ser razón ahora para sus pensamientos. Ya emprendieron camino... y no hay fatigas en el cuerpo cuando se piensa en nuevas fortalezas positivas, donde los mitos no tienen cabida, ni responden a consecuencias. Van alegres, llenos de fe y nuevas esperanzas; viaje sin regreso... Razonamientos que se hacen en burbujas de eternidades ancestrales cuando se juega con la fugacidad de la vida. Razonamientos convertidos en madejas de voces impostoras en la penumbra de los pensamientos. Dijiste que no ibas a filosofar sino a vivir tu vida sin reclamos en aspiraciones más allá donde tus brazos no puedan abarcar. Y al igual que Irene y su hermano allá en el cuento de Cortázar, van, tú y ella como siempre. Alargándose entre las luces que les dan vida... Les dejaron las llaves, no como en el cuento que las lanzaron por el agujero de la alcantarilla, las dejaron en las cerraduras para que puedan entrar y salir confiadamente. Para entrar y salir confiadamente como siempre hacían los ladrones cada vez que había anuncios de tormentas y la casa quedaba sola y la vecina —que todo lo escucha y todo lo ve— al parecer cuando había anuncios de tormentas se quedaba sorda y ciega aunque su nieta decía que ella escuchaba ruidos en la casa. ¿O eran los ruidos que escuchaban Irene y su hermano en Casa tomada? A veces no sabes si creer lo que vives pues te parece como cuentos leídos; es como un déjà vu que te invade cuando menos lo imaginas. Y piensas. En eso vas pensando en tu éxodo con las maletas llenas de libros y el DVD de Orlando escrito por Virginia Woolf. Como Orlando que fue construyendo su mundo a través de tiempos e historias. En eso vas silenciosamente construyendo un nuevo sendero; tal vez el último que recorras en la esfera porque ya los mensajeros del implacable tiempo se avocan vertiginosamente sobre tu cuerpo cansado y lleno de arrugas y tanto cansancio en los ojos casi cerrados de tu faz. Ahí vas como mártir al calvario y llevas tu cruz pesada y ardiente. Y nadie escribirá un epitafio cargado de hipócritas mentiras sobre tu fría tumba porque no lo necesitas... Llevas todo lo que deseaste dejar atrás. A veces sin sentido en el alma cansada de tanto dolor recibido por ajenas posturas que fueron segando el trigo que recién plantabas y se fueron diluyendo sin piedad entre las arenas estériles del desierto de ideas en tu pueblo. Pueblo marginado en las esquinas de los semáforos en la espera de un cambio de luz que no llega. Tristeza amarga de congojas en voces mudas de proyectos donde la repetición sin frutos es lo que impera. Donde las voces en competencia colectiva murmuran engaños y rumores de algo que no llega. Hacen lo mismo viendo que nada les ha resultado... y el tiempo se les escapa de las manos como burbujas de detergentes que se disipan en el aire comprimido en la misma esfera sin espacios. El tiempo como amargo verdugo de simétricos pensamientos cargado de aforismos eunucos en los palacios de la imaginación. Triste razonamiento cuando sabes que todo lo medimos a base del tiempo... la concepción... ese tiempo que se debe esperar para ovular y el tiempo para llevar el embrión en el cuerpo para formar poco a poco lo que conocemos como ser humano... Tiempo para lograr alcanzar tantas metas que nos imponemos en el recorrido por la esfera azul que se formó con el tiempo y así medimos las horas que gira sobre su eje para regresar al mismo sitio... eso piensas... eso te han hecho pensar... Tiempo para destacar lo que verdaderamente merece pensar: lo que eres, lo que vales, lo que quieres... no en vano te has ido moviendo por la esfera azul y te das cuenta que lo has hecho solo... que tienes un cerebro que es tuyo y que se hizo para pensar, no para dejarse manipular por tantos insensatos que a diario se cruzan en tu camino... triste es advertir que si no has pensado en eso se te acaba el tiempo...
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Consiga En la diáspora del silencio de Orlando Rodríguez Figueroa en esta página.
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