-Bien entiendo por qué lo decís -respondió al punto Marcelo-; y
no es alteza de entendimiento, como dais a entender por lisonjearme o por
consolarme, sino cualidad de edad y humores diferentes, que nos predominan, y se
despiertan con esta vista, en vos de sangre y en mí de melancolía. Mas sepamos
-dice- de Juliano -que éste será el nombre del tercero- si es pájaro también o
si es otro metal.
-No soy siempre de uno mismo -respondió Juliano-, aunque ahora
al humor de Sabino me inclino algo más. Y pues él no puede ahora razonar consigo
mismo mirando la belleza del campo y la grandeza del cielo, bien será que nos
diga su gusto acerca de lo que podremos hablar.
Entonces Sabino, sacando del seno un papel escrito y no muy
grande:
-Aquí -dice- está mi deseo y mi esperanza.
Marcelo, que reconoció luego el papel, porque estaba escrito de
su mano, dijo, vuelto a Sabino y riéndose:
-No os atormentará mucho el deseo a lo menos, Sabino pues tan
en la mano tenéis la esperanza, ni aun deben ser ni lo uno ni lo otro muy ricos,
pues se encierran en un tan pequeño papel.
-Si fueren pobres -dijo Sabino-, menos causa tendréis para no
satisfacerme en una cosa tan pobre.
-¿En qué manera -respondió Marcelo- o qué parte soy yo para
satisfacer vuestro deseo, o qué deseo es el que decís?
Entonces Sabino, desplegando el papel, leyó el título, que
decía: De los Nombres de Cristo; y no leyó más. Y dijo luego:
Por cierto caso hallé hoy este papel, que es de Marcelo,
adonde, como parece, tiene apuntados algunos de los Nombres con que
Cristo es llamado en la Sagrada Escritura, y los lugares de ella donde es
llamado así. Y como le vi, me puso codicia de oírle algo sobre aqueste
argumento, y por eso dije que mi deseo estaba en este papel. Y está en él mi
esperanza también, porque, como parece de él, éste es argumento en que Marcelo
ha puesto su estudio y cuidado, y argumento que le debe tener en la lengua; y
así no podrá decirnos ahora lo que suele decir cuando se excusa, si le obligamos
a hablar, que le tomamos desapercibido. Por manera que, pues le falta esta
excusa y el tiempo es nuestro, y el día santo y la sazón tan a propósito de
pláticas semejantes, no nos será dificultoso el rendir a Marcelo, si vos,
Juliano, me favorecéis.