INTRODUCCIÓN
[Introdúcese en el asunto con la idea de un coloquio que
tuvieron tres amigos en una casa de recreo]
Era por el mes de junio, a las vueltas de la fiesta de San
Juan, al tiempo que en Salamanca comienzan a cesar los estudios, cuando Marcelo,
el uno de los que digo -que así le quiero llamar con nombre fingido, por ciertos
respetos que tengo, y lo mismo haré a los demás-, después de una carrera tan
larga como es la de un año en la vida que allí se vive, se retiró, como a puerto
sabroso, a la soledad de una granja que, como V. M. sabe, tiene mi monasterio en
la ribera del Tormes; y fuéronse con él, por hacerle compañía y por el mismo
respeto, los otros dos. Adonde habiendo estado algunos días, aconteció que una
mañana, que era la del día dedicado al apóstol San Pedro, después de haber dado
al culto divino lo que se le debía, todos tres juntos se salieron de la casa a
la huerta que se hace delante de ella.
Es la huerta grande, y estaba entonces bien poblada de árboles,
aunque puestos sin orden; mas eso mismo hacía deleite en la vista, y, sobre
todo, la hora y la sazón. Pues entrados en ella, primero, y por un espacio
pequeño, se anduvieron paseando y gozando del frescor; y después se sentaron
juntos a la sombra de unas parras y junto a la corriente de una pequeña fuente,
en ciertos asientos. Nace la fuente de la cuesta que tiene la casa a las
espaldas, y entraba en la huerta por aquella parte; y corriendo y estropezando,
parecía reírse. Tenían también delante de los ojos y cerca de ellos una alta y
hermosa alameda. Y más adelante, y no muy lejos, se veía el río Tormes, que aun
en aquel tiempo, hinchiendo bien sus riberas, iba torciendo el paso por aquella
vega. El día era sosegado y purísimo, y la hora muy fresca. Así que,
asentándose, y callando por un pequeño tiempo, después de sentados, Sabino, que
así me place llamar al que de los tres era el más mozo, mirando hacia Marcelo y
sonriéndose, comenzó a decir así:
-Algunos hay a quien la vista del campo los enmudece; y debe de
ser condición de espíritus de entendimiento profundo; mas yo, como los pájaros,
en viendo lo verde, deseo o cantar o hablar.