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Pasé así un año más, ocupado en la interesante faena de la cría y distrayendo mis ocios en el carteo del bridge... ¿Llegó a gustarme este juego? No tengo ahora el menor reparo en declarar que siempre me aburrió soberanamente, pero entonces yo no me lo quería confesar ni a mí mismo. En cambio, el mayordomo me confesaba cada día su creciente afición... No es eso de extrañarse, porque el bridge, en razón de mis frecuentes distracciones, le producía un bonito sobresueldo.

Pronto llegó la época de una nueva exposición rural, y me vine Buenos Aires, con tan notables ejemplares lanares y bovinos, que creí seguro esta vez sacar los primeros premios. Olvidaba que había más de un centenar de criadores no menos "seguros" que yo...

Mas esto no nos interesa. ¡Lo que sí interesa a mi caso es lo que me ocurrió en el club! Pues me ocurrió que, en cuanto instalé mis animales en la Exposición Rural, fui allí a reanudar mis partidas de bridge del año, anterior, Me encontré con Joaquín Villalba, mi amigo, si infatigable "clubman", a quien se lo propuse...

-¿Qué dice usted? -exclamó fuera de sí. -¡Jugar al bridge! ¿Estará usted todavía enfermo de bridgemanía? ¡Pues está usted fresco de noticias, querido Alberto!

-¿Cómo? - pregunté sin comprender.

-Ya nadie juega al bridge, mi amigo, nadie, nadie... salvo los "rastaqueres", los cursis, los "guarangos". Sólo por esnobismo pueden hoy jugarlo "dandies" provincianos y trasnochados. Estaría bien jugar para divertirse... Y se ha demostrado matemáticamente que el noventa y cinco por ciento de los que jugaban al bridge se aburrían. Es un juego rutinario y mecánico. ¿De dónde sale usted que no lo sabe?

Yo repuse ingenuamente:

-Vengo de Venado Tuerto.

-¡Ah, comprendo! -agregó Villalba. -¡En Venado Tuerto lo jugará hasta el cura!

- Cierto...

Mi amigo lanzó una franca carcajada, diciéndome:

-¡Y nos viene usted con la moda de Venado Tuerto!

Nada repliqué, más confuso que fastidiado...

-Si no quiere usted que le demos patente de cursilería, no vuelva a invitar a nadie a jugar al bridge ¡por favor! ni al mus, ni a la brisca, ni a la "escoba"...

-¿Y a qué juegan ustedes?

-Al truco. Ese es hoy le mot d'ordre. ¡El truco!

-¿Eduardo VII juega también al truco?

-¿Eduardo VII? No sé. Pero el príncipe de Gales se muere por él. Lo aprendió de Alfonso XIII, y a Alfonso se lo enseñó Viñas, el conocido diplomático argentino... Es una moda que hemos sacado los argentinos. Algo habíamos de dar a la civilización. Y como el cake-walk es yanqui, el poncho general en la América española y el mate paraguayo...

-¡Viva el truco! -exclamé con colérica alegría. El rey ha muerto, ¡viva el rey!

- Sí, mi querido amigo. El bridge ha muerto, ¡viva el truco!

 
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La tiranía del bridge de Carlos Octavio Bunge   La tiranía del bridge
de Carlos Octavio Bunge

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