-¡Te he curado, pues, de un mal sueño! A riesgo de perjudicar a mi raza, te libré una muerte terrible, cual lo es la del ahogado... Ya no me queda más que despedirme y huir...
Dicho esto, arrojóse otra vez la Sirena al agua, se zambulló, sacó la cabeza, agitó los brazos en señal de despedida, desapareciendo después entro las ondas del mar...
Vila yo alejarse sin mucho sentimiento, me puse de pie, hundí mis manos en los bolsillos, y volví al casino silbando entre dientes... Semi olvidado ya de mi aventura -pues que no soy curioso ni naturalista, -pensaba, al caminar, cómo procedería para pagar mi deuda al empresario del casino y mantener en próspero estado mis negocios.