-Escucho, mi coronel...
-Mire si serán salvajes esos unitarios que el mismísimo
Restaurador tuvo que molestarse en escribir al Señor Obispo una carta porque ya
se había dejado de rezar al finado Señor Gobernador don Manuel Dorrego, ¿se da
cuenta? y lo que es peor: ni hacían caso al padrenuestro que están obligados a
rezar al finado Señor General don Juan Facundo Quiroga... Como es costumbre y
obligación en todas las capillas de la provincia.
-¡Criminales y sacrílegos! ¡Bestias inmundas y degeneradas! ¿Ve
que yo tengo razón? ¡Hay que degollarlos!
-Entonces, amigo, como nosotros no tenemos edad para seguir
gaucheando, por el puesto de honor que ocupamos, debemos arreglar esta situación
criminal a la brevedad... Por eso me llegué hasta aquí; y es por eso, amigo, que
estoy hablando con usted.
-Les daremos en todas las iglesias... y hoy mismo. ¡Qué mierda
se creen estos curas gringos! Les haremos repetir hasta el cansancio las
palabras de nuestro Salvador: quien no está con Rosas está contra Rosas. ¡Esta
misma noche!
-No, amigo, no será esta noche. Primero iremos a conversar con
el Restaurador, uniformados y armados. Lo escucharemos y luego actuaremos,
porque parece ser que los enemigos están dentro de la Catedral se da cuenta?
-¿La Catedral?