-¿Pero si el caballo es de nuestro Restaurador?
-Mucha plata, mi coronel, mucha plata... -Ahí tiene usted, por
eso, como lo tienen en cuenta... vaya ahora mismo con el herrero Yrigoyen, y
traten de salvarle ese caballo gateado, que no anda bien y lo tiene
preocupado.
-Ahora mismo, mi coronel... Es un gran honor... Se lo
agradezco. ¡Eso sí que vale la pena!
-El Restaurador en persona lo está esperando en Palermo...
Usted verá si vale la pena... Vaya, amigo con el herrero Yrigoyen y después me
cuenta.
-Salgo ya mismo, mi coronel...
-El muchacho lo está esperando en el palenque...
-Gracias, mi coronel -responde Leandro Antonio Alem, y
sale.
-Y usted, mi buen amigo Troncoso, parece que se anda olvidando
que le falta muy poco para ser ascendido a coronel... ¿Tengo que intervenir yo
para que no se estropee su escalafón?
-Gracias, mi coronel... Usted siempre me ayudó como nadie.
-Entonces, mi amigo, basta de gauchear en las pulperías. Nadie
ignora su coraje, pero como ya le tengo dicho, lo necesitamos para cosas muy
importantes, y de las que usted todavía no ha sido advertido. ¿Eh?