EL DEGÜELLO
-¿Y a vos, cómo te gusta el degüello?
-Mirá... yo siempre degollé a lo oveja -contesta el gigantesco
oficial del escuadrón de vigilantes a caballo.
El joven Cardoso, faenador de los corrales de Miserere, con
fama de guapo y a punto de ser enrolado en el batallón de serenos, estira y
arruga la cara. Sus cabeceos y ademanes desbordan admiración, y a pesar de que
sobre el particular ya oyó muchas historias y explicaciones, insiste en adular y
en ser equitativo con las alabanzas, pues a la primera explicación del gigante
oficial, debe seguir, como en todos los casos, la de su famoso y querido
protector que, sin haber practicado muchos degüellos, ya ostenta el privilegiado
título de vigilante primero de a caballo.
-¿Y a vos, Leandro?
El aludido termina un trago de caña y contesta encogiéndose de
hombros, como si no le importara responder:
-Yo también le doy a lo oveja... como me enseñó el machazo de
Juan González Salomón, el mejor degollador de Buenos Aires. -Toma el jarro, lo
levanta a manera de brindis y acota rápidamente, con desagrado-. Pero cuando me
enculan, meto el cuchillo a lo chancho...