Sergio paseaba parsimoniosamente por el pasillo del
aula adornando sus palabras con gesticulaciones de las
manos.
-¿Queréis hacer alguna pregunta más? -inquirió a la
audiencia que continuaba escuchando con interés aquella apasionada reflexión
cuando solo quedaba un minuto para llegar a la una de la tarde y acabar la
clase.
Un alumno, sentado en la primera fila alzó la
mano.
-Soy hijo y nieto de comunistas, y en mi casa siempre
hemos pensado que Cuba desde la Revolución ha representado un modelo a seguir
para los que no creemos en el mundo capitalista que nos domina, me parece que su
intervención ha sido poco
objetiva.
-¿Tú, o alguien de tu familia ha conocido Cuba?
-preguntó el
profesor.
-No.
-Me lo temía. Mira..., yo también soy nieto de un
comunista, mi abuelo estaba firmemente convencido de que la Revolución cubana
era lo mejor..., hasta yo llegué a creer en esas ideas y me alimenté muchos años
de ese espíritu, pero lo que estoy diciendo lo hago con total conocimiento de
causa, lo he visto y hasta lo he sufrido; las banderas que enarbolé en mi
juventud sobre Cuba me las rompieron. Es curioso que personas que se dicen de
izquierdas aun siguen mitificando a esta dictadura cubana. Son capaces de
denunciar cualquier injusticia que se esté cometiendo en el
mundo, pero, en
cambio, de Cuba lo justifican
todo.
El profesor, que sentía un nudo en el estómago,
remachó su contestación.