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-Aquellas lejanas páginas vividas me llenaron de
argumentos para rebelarme el resto de mis días contra cualquier forma de
gobierno autoritario. Por suerte, España vivió, posteriormente, una transición
que nos llevó a una democracia, hoy en día consolidada, y que nos ha convertido
en un país adelantado, donde, a pesar de contar aún con muchas deficiencias,
podemos vivir con un aceptable nivel de bienestar, un status que valoras
especialmente cuando tienes oportunidades de viajar por otras naciones y que,
desde dentro, cuesta
reconocerlo.La cadencia de las palabras del docente iba aumentando
por momentos, mientras contenía el
aliento. -Pero esos recuerdos de mediados de los setenta se
difuminaron en mi memoria, como en la de muchos españoles, y quedan muy
distantes para vuestra generación, que siempre ha vivido en libertad, aunque si
la historia sirve para una cosa, ésta es para no olvidar lo sucedido, y creo que
todos deberíamos tener conciencia de aquel horror, donde las vidas humanas
valían poco, donde se ejercía el terror de estado y donde se coartaban las más
absolutas libertades que puede tener una
persona. Su exposición dio un giro total y al volver a hablar
de Cuba, Sergio Sandoval, no pudo evitar fruncir el ceño y que explotase su
pasión. -A mediados de los años noventa pude, por desgracia,
rememorar, todo aquello, viviendo in situ otra dictadura, un país destruido,
donde las únicas cosas que funcionaban estaban en manos del capital extranjero,
dirigido por un personaje que en su juventud tuvo como ídolo político, nada
menos que a José Antonio Primo de Rivera. En aquella época ví a madres cubanas
que vivían angustiadas por la desesperación de ver a sus hijos crecer, sin
poder ofrecerles un futuro esperanzador; sentadas, viendo pasar lentamente la
vida, temiendo que llegase el día en que su hijo se fuese atravesando el mar en
una balsa, espantada por no saber si su destino sería la costa de los Estados
Unidos o acabaría siendo comida de los tiburones que pueblan el estrecho de
Florida. Mientras, muchos de los que se quedaban se acostumbraban a robar, a ser
vagos, a mentir, a no protestar, o incluso a prostituirse, unas veces para
que la familia pudiese comer, otras, para buscar a algún extranjero para casarse
y salir del país, aunque fuese a costa de un cruel
engaño.
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El día que se fue Fidel Castro
de Joan Montes
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