Estimado señor
Murakami:
Pronto llegaremos a la estación
ferroviaria de Zaragoza, de allí tardaremos una media hora en coger un taxi que
nos llevará a nuestro hotel Nh Sport. Sí, no se asuste, no puedo ver el futuro,
pero no olvide que todo lo que cuento sucedió hace diez años, cuando todavía era
joven, trasnochado y soñador, los hechos han quedado sepultados, por el paso del
tiempo, yo intento quitarles el polvo con lo que me resta de aliento. Al llegar
al hotel dejo a los chicos en la habitación y me dirijo hacia el centro de la
ciudad orientándome con un callejero que me ha dado la
recepcionista.
Tengo que llegar a la caja de
ahorros 'La inmaculada concepción'. Recibo un mensaje en el móvil de un amigo de
Zaragoza que se encuentra trabajando en Ibiza "¿Te gusta la ciudad del viento?"
firmado J. M. Me pierdo varias veces, menos mal que preguntando se va a Roma,
aunque tengo que decir que algunas de las explicaciones me desorientaron más de
lo que estaba. Doy con el sitio una hora después de salir del hotel. Por allí
pululan atletas embutidos en chándales de colores chillones, algunos de mis
antiguos rivales me saludan, veo muchas caras conocidas, todo me resulta ajeno,
mi vida de corredor de fondo se ha difuminado como el humo. Recojo los dorsales
y me vuelvo al hotel, tengo que parar en algún bazar para comprarle una Virgen
del Pilar a Sabrine, sí señor Murakami, no contento con estar enamorado de una
prostituta de veinte años, además estoy enamorado de un santa, ya no sé si
cuando hago el amor con Sabrine es con la santa con la que me corro o con la
puta, puedo asegurarle que la duda me persigue hasta el día de hoy.
Entro en un bazar cercano al
hotel, doy vueltas en torno a las vírgenes del pilar, no hay mucha variedad, al
final opto por la más vistosa, que está sobre un pedestal pintado del color del
vino. Salgo del bazar contento con mi virgen, tropiezo con una librería, entro y
compro tres volúmenes: "El lamento de portnoy" de Philip Roth, "El rumor de las
olas" de Yukio Mishima y "El libro de los amores ridículos" de Milan Kundera.
Ahora, con los libros y la virgen, estoy aún más contento, camino lentamente
tratando de encontrar un restaurante donde sirvan pasta, lo localizo enseguida
'Pizzería El Pirata', estoy a punto de enfilar hacia el hotel, cuando de pronto
al otro lado de la acera, veo un local que se llama 'Hana-bi'.
Cojo el móvil y llamo a mi
hermano: "Jesús, te llamo desde Zaragoza, estoy frente a un local que se llama
'Hana-bi', sí igual que la película de Kitano. Oye, ¿qué demonios significa
'Hana-bi' en cristiano?, ¿estás seguro?, ya, sí, te escucho perfectamente,
'Flores de fuego', gracias Jesús, diles a todos que estoy bien, sí, mi novela ya
está en la imprenta, sí, dentro de un mes aproximadamente se publica, adiós". Me
acerco al local, en el escaparate hay un anillo que debe valer una pasta y me
llama poderosamente la atención. Después de mirar el dichoso anillo durante
cinco minutos, el japonés que regenta el local sale y me pregunta si me gusta,
yo le digo que sí, que me encantaría regalárselo a una chica que trabaja de
geisha, él se ríe estruendosamente, y me dice: "será a una puta, vosotros los
occidentales no sabéis apreciar el arte de las geishas, dudo incluso que
apreciéis el arte de las prostitutas, os falta sensibilidad". "¿En dónde? ¿en la
polla?" le pregunto con descaro. Él me atraviesa con la mirada, "¿Tú la
quieres?" "Claro que la quiero pero ella a mí no". "Que una mujer no te quiera
no tiene importancia". Eso es muy fácil de decir y muy difícil de sentir. El
japonés tras mis palabras me miraba con cierto respeto. "Si sabes qué significa
'Hana-bi' en español te regalo el anillo para que se lo lleves a tu puta". "Ella
no es mía, usted no entiende nada, yo soy de ella, pero ella no es mía. 'Flores
de fuego' eso es lo que significa 'Hana-bi', es el título de una película de
Kitano". "Takeshi Kitano es mi primo". Yo me quedo momentáneamente mudo,
pensando: lo que no me pase a mí no le pasa a nadie. "No olvides que la mujer
que lleve ese anillo no podrá olvidarte jamás...".