-Sí, señor; unas cincuenta veces desde hace tres siglos, y
siempre inútilmente.
-¿Podrías darme detalles sobre algunas de esas
expediciones?
-La primera se organizó en 1523, bajo la dirección de Francisco
Sebastián Cabot, y componíase de tres buques, al mando del malogrado sir Hugh
Willoughby, que pereció en Laponia con toda la tripulación. Uno de sus
tenientes, Chancellor, fue al principio más feliz, y pudo abrirse camino
directamente por los mares árticos, entre la Mancha y Rusia; pero él también
debía naufragar y perecer en una segunda tentativa. Un capitán enviado en su
busca, Esteban Borough, consiguió franquear el estrecho que separa la Nueva
Zembla de la isla Waigate, penetrando en el mar de Kara; pero los hielos y las
brumas le impidieron ir más lejos... Dos expediciones intentadas en 1580 fueron
igualmente infructuosas; mas no por eso se desistió del proyecto quince años más
tarde. Esta vez fueron los holandeses los que organizaron sucesivamente tres
expediciones al mando de Barentz para buscar el paso Nordeste; pero Barentz
pereció en 1596 en los hielos de la Nueva Zembla... Diez años más tarde, Enrique
Hudson, enviado por la Compañía holandesa de las Indias, fracasa en su empresa
del mismo modo después de tres expediciones sucesivas... Los daneses no fueron
más felices en 1653; el capitán John Wood sufre la misma suerte; y desde
entonces, juzgándose irrealizable la empresa, todas las potencias marítimas
renuncian a ella.
-¿Y no se ha vuelto a intentar nada desde aquella época?
-Sí, señor; Rusia persistió, porque le interesaba muchísimo,
así como a todas las naciones septentrionales, hallar una vía marítima directa
entre sus costas y la Siberia. En el espacio de un siglo no ha enviado menos de
dieciocho expediciones sucesivas para explorar la Nueva Zembla, el mar de Kara y
las regiones orientales y occidentales de Siberia; pero si esas expediciones
dieron a conocer mejor aquellos parajes, también se reconoció la imposibilidad
de abrir un paso continuo por el gran mar Ártico. El académico van Baez, que
intentó la aventura, por última vez en 1837, después del almirante Lutke y
Pachtusow, declaró públicamente que aquel Océano no es más que un «simple
glacíar» tan impracticable para los buques como puede serlo un continente.