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Millano no revestía precisamente el carácter de erudito, ni eso ni mucho
menos, pero sí era una persona lo suficientemente instruida como para saber que
todo partícipe activo en la historia de la filosofía había sido atraído por la
búsqueda de una verdad suprema o "verdad única". Entendía así, que Martinez
habría alcanzado lo que nunca nadie, llegando a descubrir que la verdad de la
existencia humana residía en sus antecedentes, y que la felicidad, no era otra
cosa que la contemplación del pasado.
Un foráneo de nombre Antonio Cantamarina se transformaría "in
facto" en el opositor número uno (y casi único) de Lautaro, y en cierto pasaje
de su vida se las habría de ingeniar para demostrar las falencias de aquella
vaga filosofía, pese al rechazo de hasta su propia familia.
La junta llegaría a su fin cuando Lautaro citara, como era
su costumbre, la leyenda que aún el día de hoy descansa al pie del
espectacular monumento que hicieran alguna vez los ciudadanos al gran Bonifacio
Martinez: "Hoy somos porque ayer fuimos".
Romeo Cantamarina reviviría el fracaso fraternal inmediatamente
después de ser desautorizado por el noventa y ocho por ciento del comité de
convivencia, conformado por cincuenta miembros. La historia volvía a repetirse
de manera trágica. Literalmente trágica. |
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